Las profundidades oceánicas, situadas por debajo de los 4,000 metros, esconden un fenómeno preocupante relacionado con los cambios climáticos. En estas profundidades extremas, la elevada presión y las bajas temperaturas hacen que el carbonato de calcio, esencial para la formación de las conchas de los animales marinos, se disuelva. Un proceso poco conocido pero en expansión, con consecuencias potencialmente devastadoras para la biodiversidad marina.
Esta zona crítica se llama la profundidad de compensación del carbonato. Aunque la acidificación de las aguas superficiales ha sido ampliamente estudiada, la situación en las profundidades es igualmente preocupante. De hecho, el aumento del dióxido de carbono disuelto en el océano disminuye el pH del agua, lo que hace que esta zona sea cada vez más corrosiva para el carbonato de calcio, provocando una rápida expansión de esta región corrosiva.
Esta expansión se manifiesta por un ascenso del lisoclina, la zona de transición donde el carbonato de calcio se vuelve inestable y comienza a disolverse. Un ascenso de unos pocos metros en esta zona puede conllevar un aumento considerable de las zonas no saturadas en carbonato, volviendo los sedimentos inestables y propensos a la disolución.
Este ascenso de la profundidad de compensación del carbonato transforma no solo la composición química de los sedimentos sino también los ecosistemas que allí habitan. Especies que dependen del carbonato de calcio para su estructura, como los corales blandos y las estrellas de mar, son reemplazadas por especies como las anémonas de mar y los pepinos de mar, que pueden sobrevivir en aguas más ácidas.
Estas cartas muestran los cambios en las zonas oceánicas expuestas a las aguas profundas corrosivas en 17 regiones diferentes. Crédito: Mark John Costello y Peter Townsend Harris, CC BY-SA
Además, esta creciente acidificación afecta de manera desigual a las naciones. Los estados insulares son particularmente vulnerables, como las Bermudas, donde un aumento de 300 metros de esta profundidad crítica corresponde al 68 % de su zona económica exclusiva. En cambio, países como Estados Unidos y Rusia, con plataformas continentales más amplias, ven afectada una menor proporción de su territorio.