Una pequeña isla rocosa perdida en el mar se ha convertido en el escenario de una transformación evolutiva. Caracoles marinos reintroducidos han evolucionado, en solo unas pocas décadas, hasta parecerse a los que desaparecieron treinta años antes. Esta experiencia única revela la increíble capacidad de las especies para adaptarse rápidamente a su entorno.
Todo comenzó en 1988, cuando las costas del archipiélago de Koster, en Suecia, fueron golpeadas por una proliferación tóxica de algas. El evento diezmó la población de caracoles marinos de la especie _Littorina saxatilis_ en varios islotes. Una catástrofe ecológica que, sin embargo, abrió el camino a una experiencia única.
El ecotipo cangrejo (izquierda) es más grande y cauteloso. El ecotipo ola (derecha) es más pequeño y audaz.
Crédito: David Carmelet
Cuatro años después de este desastre, la bióloga marina Kerstin Johannesson de la Universidad de Gotemburgo decidió reintroducir estos moluscos en una de las pequeñas islas afectadas. Sin embargo, los caracoles que eligió pertenecían a una variedad distinta, llamada "tipo cangrejo", y no a los que originalmente habitaban estos lugares, conocidos como "tipo ola".
Estos dos tipos de caracoles se diferencian por su morfología y comportamiento. El tipo cangrejo, más grande y con una concha gruesa, está adaptado a ambientes donde abundan los depredadores. El tipo ola, más pequeño y audaz, evoluciona en rocas golpeadas por las olas, lejos de las amenazas.
El elemento clave de esta experiencia es el aislamiento geográfico de las islas. En las rocas donde los caracoles del tipo ola habían prosperado, el regreso de los caracoles de tipo cangrejo introducidos en 1992 permitió observar cómo una población puede adaptarse rápidamente a un ambiente diferente.
Ya en la primera década, los investigadores pudieron notar adaptaciones en la población reintroducida. Los caracoles comenzaron a cambiar de forma para adaptarse mejor a las olas que caracterizan su nuevo ambiente. Un proceso evolutivo acelerado por la riqueza genética de esta especie, según Anja Marie Westram, coautora del estudio.
Caracoles del tipo cangrejo (1992) han evolucionado para parecerse a los caracoles del "tipo ola" desaparecidos.
Crédito: ISTA, imágenes de Kerstin Johannesson
Los caracoles no partieron de cero para desarrollar sus nuevos rasgos. Variaciones genéticas, poco frecuentes en la población original, fueron seleccionadas y reforzadas, lo que permitió esta rápida transformación. Genes de poblaciones vecinas también pudieron influir en esta evolución.
La experiencia permitió estudiar tanto los cambios fenotípicos como genéticos de los caracoles. En particular, se identificaron inversiones cromosómicas, segmentos de genes implicados en adaptaciones específicas, lo que hizo la evolución aún más rápida. Este estudio permite a los científicos entender mejor cómo una población puede desarrollar rasgos ya observados en condiciones similares.
Los resultados de este estudio son cruciales en una época en la que muchas especies necesitan adaptarse a los rápidos cambios climáticos y a la contaminación. Los investigadores esperan que esto impulse la preservación de hábitats naturales ricos en diversidad genética, esencial para la supervivencia de las especies.
¿Qué es la evolución en tiempo real?
La evolución en tiempo real se refiere a la observación directa de los cambios evolutivos en una población durante un período relativamente corto, generalmente unas pocas décadas o menos. Esto contrasta con la visión tradicional de la evolución, que a menudo se percibe como un proceso que ocurre durante millones de años.
En el caso de los caracoles marinos _Littorina saxatilis_, introducidos en una pequeña isla después de una catástrofe natural, la evolución fue observada en solo unos treinta años. Modificaron su apariencia y comportamiento para adaptarse a un nuevo entorno. Esta capacidad rápida de evolucionar resalta la plasticidad genética y fenotípica de ciertas especies.
La rápida adaptación de los caracoles marinos se debe a dos factores principales: la selección natural de rasgos ya presentes a baja frecuencia en la población original y el intercambio genético con poblaciones vecinas. Estos procesos combinados permitieron una evolución acelerada, demostrando que ciertas especies pueden responder rápidamente a los cambios ambientales cuando disponen de una diversidad genética suficiente.
Este concepto de evolución rápida es crucial en un mundo donde el clima y los ecosistemas están cambiando de manera acelerada. Podría ayudar a los investigadores a entender cómo las especies reaccionan a las crecientes presiones ambientales, tales como el calentamiento global y la contaminación.
Fuente: Science Advances