Para saber dónde encontrar oro y cómo extraerlo respetando el medio ambiente, es crucial comprender cómo se forma este metal. Investigadores de la Universidad McGill han logrado responder a una pregunta que los geólogos se han hecho durante mucho tiempo, y sus conclusiones podrían llevar al descubrimiento de yacimientos.
El equipo de investigación de McGill estudia una veta mineralizada (que contiene oro) bajo tierra en la mina Brucejack.
Crédito: Duncan McLeish
Los investigadores se dirigieron a la mina de oro Brucejack, en el noroeste de la Columbia Británica, para estudiar rocas mineralizadas muy antiguas y recolectar muestras. Hoy en día, estas rocas se encuentran en la superficie terrestre debido a la actividad tectónica de las placas, pero el yacimiento se formó en un arco volcánico submarino hace aproximadamente 183 millones de años. Después de analizar las muestras en la Universidad McGill y la Universidad de Alberta, los investigadores concluyeron que el agua de mar se había combinado con fluidos mineralizadores en la corteza terrestre para formar oro.
"Estas rocas, que datan del Jurásico Inferior, estaban atrapadas en formaciones sedimentarias y volcánicas", explica uno de los coautores del estudio, Anthony Williams-Jones, profesor titular de la Cátedra Logan de Geología y Geoquímica en el Departamento de Ciencias de la Tierra y los Planetas de la Universidad McGill. "Usando espectrometría de masas de alta resolución, logramos descifrar su firma química única. Encontrar depósitos de oro formados a partir de agua de mar fue inédito e inesperado."
Un fenómeno similar a la coagulación de la leche En 2021, el equipo de la Universidad McGill ya había hecho un descubrimiento que ofrecía pistas. Los investigadores habían observado que las nanopartículas de oro se combinaban para formar depósitos de oro de alta ley, de manera similar a como las proteínas se aglutinan para crear grumos cuando la leche se corta.
"En nuestro nuevo estudio, descubrimos que los iones de sodio presentes en el agua de mar jugaban el mismo papel que el ácido en la coagulación de la leche al provocar la agrupación de nanopartículas de oro en vetas", explica el autor principal del estudio, Duncan McLeish, becario postdoctoral en el Departamento de Ciencias de la Tierra y los Planetas de la Universidad McGill.
Presencia de oro de alta ley en la mina de Brucejack.
Crédito: Duncan McLeish
La presencia de agua de mar sugiere que podrían formarse vetas auríferas en el fondo del océano. Por lo tanto, podrían existir yacimientos de oro insospechados en los arcos volcánicos submarinos y las fosas oceánicas, donde las condiciones son ideales, según el estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America.
El océano, una veta prometedora Considerado desde siempre como un metal precioso, el oro se ha convertido en un metal esencial, ya que se usa en tecnologías de energía verde, dispositivos electrónicos y equipos médicos, entre otros. El mineral extraído de las minas terrestres suele ser de baja ley y requiere un procesamiento considerable, asociado a un alto costo ambiental. En cambio, la extracción de posibles depósitos de alta ley descubiertos en las profundidades marinas reduciría la huella ecológica de la explotación aurífera, según los investigadores.
"Nuestras observaciones sugieren que los fondos marinos podrían favorecer la formación de concentraciones de oro raras pero espectaculares, como las que hemos encontrado en las vetas de alta ley. La explotación de yacimientos submarinos está recibiendo cada vez más atención. Nuestro estudio plantea la posibilidad de que la corteza oceánica contenga numerosos recursos necesarios para la sustentabilidad del sector energético, y en cantidades insospechadas", precisa el Prof. Williams-Jones.
Referencias:
El artículo "Extreme shifts in pyrite sulfur isotope compositions reveal the path to bonanza gold", por McLeish, D. F., Williams-Jones, A. E., Clark, J. R. y Stern, R. A., fue publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) en mayo de 2024.
Fuente: Universidad McGill