Un nuevo estudio internacional dirigido por la Universidad McGill, en colaboración con Jefo Nutrition, muestra que agregar vitaminas B microencapsuladas a la alimentación de las vacas lecheras puede reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero, al mismo tiempo que aumenta el rendimiento y la calidad de la leche.
En siete países, el uso de este aditivo resultó en una reducción del potencial de calentamiento global - una medida de impacto climático reconocida internacionalmente - que alcanzó el 18%.
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Los científicos calcularon que solo en Canadá, su uso permitiría reducir las emisiones de carbono en quinientas mil toneladas. Para llegar a esta cifra, tuvieron en cuenta no solo las emisiones de las vacas y su estiércol, sino también otros aspectos de la producción lechera, como el almacenamiento y el transporte de los alimentos.
"La producción animal representa aproximadamente del 11 al 19% de las emisiones globales, y la alimentación es una de las palancas más fáciles de accionar para los productores", explica Ebenezer Miezah Kwofie, coautor del estudio y profesor adjunto de ingeniería de bioprocesos en la Universidad McGill. "Nuestro objetivo era examinar qué se puede hacer para reducir las emisiones mediante aditivos alimentarios y determinar cómo las variaciones de una región a otra modifican la dinámica."
Se tiene en cuenta la biología de las vacas
La mayoría de los suplementos vitamínicos se degradan en el rumen, el segundo estómago de la vaca, antes de poder ser completamente absorbidos. El equipo utilizó vitaminas B microencapsuladas diseñadas para sortear el rumen y liberar los nutrientes en el intestino delgado, donde la absorción es máxima.
"Normalmente, se usan vitaminas no protegidas después del parto, cuando la lactación inflige un estrés importante al animal", precisa Prince Agyemang, estudiante de doctorado y coautor del estudio. "Así, se liberan en el momento adecuado."
Esta mejora en la eficiencia nutricional resultó en un aumento del volumen de leche producida, así como en un incremento de su contenido en grasa y proteínas, elementos clave para fijar el precio de la leche. Como las vacas generaban más leche por unidad de alimento consumido, los impactos ambientales por kilogramo de leche disminuyeron. Esta optimización también redujo la presión sobre las tierras agrícolas y los recursos hídricos necesarios para cultivar plantas forrajeras.
Metodología y variaciones regionales
Se realizaron pruebas en granjas comerciales de América del Norte, América del Sur, Europa y Australia, durante períodos de lactación de 120 a 213 días. Los ingredientes y la composición nutricional de las raciones alimentarias se uniformizaron para permitir a los investigadores aislar el efecto del aditivo.
Los impactos ambientales se evaluaron conforme a la norma ISO 14044 y a la guía de la Federación Internacional de Lechería, que mide las emisiones a lo largo de todo el ciclo de vida, desde la producción inicial hasta la salida de la granja. Los científicos estudiaron el potencial de calentamiento global por kilogramo de leche corregida por grasa y proteína, una medida de referencia que tiene en cuenta el valor energético de la leche y permite comparaciones equitativas entre regiones.
Las diferencias regionales permitieron al equipo evaluar la influencia de las variaciones en la alimentación y el clima sobre la eficacia del suplemento. Las reducciones más marcadas se observaron en América Latina, alcanzando el 18% en México y el 10% en Chile.
El costo ambiental relacionado con la fabricación y transporte del aditivo fue mínimo, representando menos del 0.02% de la huella de carbono total por kilogramo de leche corregida.
Próximos pasos
El equipo planea modelar escenarios de despliegue a escala nacional y examinar combinaciones con otros aditivos, incluidos aquellos que se dirigen más directamente a las emisiones de metano. También desea diseñar herramientas que ayuden a los agricultores a comunicar sus reducciones de emisiones a los minoristas y consumidores.
Fuente: Universidad McGill