Cédric - Miércoles 31 Diciembre 2025

⚠️ Un robot, desaparecido durante 9 meses, reaparece con un mensaje alarmante

La misión había comenzado como un análisis de rutina en un glaciar. Se transformó en una expedición imprevista al corazón de las regiones más inhóspitas del continente blanco.

Un simple flotador oceanográfico, utilizado para estudiar el glaciar Totten, derivó durante dos años y medio bajo el hielo antes de reaparecer a cientos de kilómetros de allí, cargado de datos inéditos. Su periplo imprevisto bajo las barreras de hielo de Denman y Shackleton ofrece una oportunidad única para descubrir los procesos aún desconocidos que esculpen el futuro del casquete polar.


Imagen de ilustración Pexels

Estas observaciones accidentales tienen un valor científico considerable. Provienen de una zona donde las mediciones directas eran hasta entonces prácticamente inexistentes, debido al espesor del hielo y a la lejanía. El instrumento, un perfilador autónomo tipo Argo, recopiló perfiles de temperatura y salinidad durante nueve meses bajo la banquisa, revelando la presencia de aguas con características diferentes bajo estas dos estructuras principales.

Esta epopeya destaca cómo el azar y la robustez de tecnologías probadas a veces pueden revelarnos zonas aún desconocidas de la investigación climática.

La preciosa deriva de un instrumento perdido



El instrumento en el origen de este descubrimiento es un flotador Argo, un robot oceanográfico diseñado para derivar libremente. Programados para sumergirse hasta dos kilómetros de profundidad y remontar periódicamente, estos aparatos transmiten habitualmente sus datos por satélite cada diez días. Este, desplegado para monitorizar las aguas alrededor del glaciar Totten, rápidamente abandonó la zona prevista, arrastrado por corrientes. Los investigadores entonces lo dieron por perdido, antes de que reapareciera mucho más al oeste, cerca de las barreras de Denman y Shackleton.

Su largo silencio de nueve meses se explica por la presencia permanente del hielo por encima de él, impidiéndole comunicarse con los satélites. Durante este periodo, continuó su programa de mediciones, registrando la temperatura y salinidad del agua desde el fondo marino hasta la base del hielo, a intervalos regulares. Cada intento de ascenso resultaba en un contacto con la capa de hielo, proporcionando así, de manera involuntaria, una valiosa medida de su espesor en ese lugar preciso.

El análisis de estos datos requirió una ingeniosidad particular. Privados de posiciones GPS, los científicos cruzaron las medidas de espesor del hielo recopiladas por el robot con los mapas establecidos por satélite. Esta comparación les permitió reconstituir el trayecto más probable del flotador bajo la barrera, como se traza un recorrido a partir de indicios dispersos. Esta metodología, descrita en Science Advances, validó el recorrido del instrumento y el origen geográfico de cada muestra.

Dos glaciares, dos destinos contrastados


Los datos transmitidos dibujan un cuadro contrastado de la estabilidad de los hielos en esta parte de la Antártida Oriental. Bajo la barrera de Shackleton, la más septentrional, las medidas indican una ausencia de agua caliente capaz de provocar un deshielo basal significativo. Esta estructura aparece pues, por el momento, relativamente protegida de las incursiones oceánicas más destructivas. Esta situación ofrece un respiro, pero necesita una vigilancia continua para detectar cualquier evolución futura.


El descubrimiento es más alarmante para el glaciar Denman. El perfilador ha identificado claramente la presencia de una capa de agua más caliente circulando bajo su parte flotante. Esta agua ya está provocando un deshielo en la base. Los científicos estiman que la configuración es precaria: un ligero aumento del espesor de esta capa de agua caliente podría acelerar considerablemente el proceso de desintegración, comprometiendo al glaciar en un retroceso potencialmente irreversible.

La apuesta es grande. El glaciar Denman contiene por sí solo una cantidad de hielo suficiente para elevar el nivel global de los mares aproximadamente 1,5 metros si llegara a derretirse por completo. Acoplado al glaciar Totten, cuyo potencial se estima en 3,5 metros, estos dos gigantes de la Antártida Oriental representan una amenaza mayor a largo plazo. Su vulnerabilidad confirmada al agua oceánica caliente impone integrar estos nuevos parámetros en los modelos de previsión del aumento del nivel del mar.

Para ir más allá: ¿Qué es esa agua "caliente" que derrite el hielo en la Antártida?


Hay que entender que "caliente" es un término relativo. En la Antártida, el agua de superficie generalmente está congelada. El agua llamada "caliente" proviene de las capas oceánicas más profundas y circula sobre la plataforma continental. Su temperatura puede ser solo de unos pocos grados por encima del punto de congelación (que se ve reducido por la presión y la salinidad bajo el hielo).

Incluso a +1°C o +2°C, esta agua posee una energía térmica suficiente para derretir la base del hielo al contacto. El proceso es constante y masivo, ya que vastas superficies de hielo están en contacto con el océano. La circulación de esta agua es por tanto el principal motor del deshielo de las plataformas glaciares por debajo, mucho antes de que el aire ambiente tenga un efecto.

Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Science Advances
Ce site fait l'objet d'une déclaration à la CNIL
sous le numéro de dossier 1037632
Informations légales