Se habla cada vez más de la presencia de plástico en el medio ambiente. Pero en los últimos meses ha surgido una nueva preocupación: ¡los microplásticos estarían presentes incluso en el agua potable! ¿Es cierto? Y de ser así, ¿es peligroso?
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¿Qué es un microplástico?
Un microplástico es un fragmento muy pequeño de plástico, generalmente de menos de 5 milímetros. Algunos se crean intencionalmente (como en los cosméticos), otros provienen de la degradación de residuos plásticos (botellas, bolsas, ropa...). Incluso se habla de nanoplásticos: son tan pequeños que no se ven a simple vista.
Se han detectado microplásticos en ríos, en el agua de mar e incluso en el agua del grifo o embotellada. También se encuentran en el aire, el suelo, la nieve y hasta en alimentos como la sal, la miel o el pescado.
Un estudio reciente mostró que, en promedio, una persona podría ingerir miles de microplásticos al año sin siquiera darse cuenta.
¿Los consumimos?
Sí, pero eso no significa automáticamente que sea peligroso. La mayoría de las partículas atraviesan nuestro sistema digestivo sin ser absorbidas. Sin embargo, algunas pueden quedar atrapadas en los tejidos o liberar sustancias químicas (como disruptores endocrinos) a largo plazo.
Por ahora, los científicos no saben con exactitud cuál es el efecto de estos microplásticos en la salud humana. La OMS considera que el riesgo aún es poco conocido, pero pide más investigaciones. Se sabe que algunos animales marinos sufren sus efectos, pero en humanos las pruebas siguen siendo limitadas.
¿Qué podemos hacer?
Reducir nuestro consumo de plásticos de un solo uso (bolsas, botellas, envases) es el primer paso. Filtrar el agua potable con ciertos sistemas también puede reducir parte de las partículas.
Y, por supuesto, reciclar correctamente y limitar la contaminación plástica es crucial para todos.