Adrien - Lunes 24 Noviembre 2025

🧠 Por qué tus niveles de vitamina D podrían cambiar tu estado de ánimo

¿Podría nuestro estado de ánimo diario verse influenciado por un simple nutriente que nuestro cuerpo produce con el sol? Mientras la depresión afecta a millones de personas en todo el mundo, los investigadores exploran vías inesperadas para comprender los mecanismos que rigen nuestro bienestar mental. Esta búsqueda científica nos lleva hoy a cuestionarnos sobre el papel de una vitamina muy particular, presente en nuestro organismo pero cuyos efectos en nuestra psique siguen siendo misteriosos.

Un amplio análisis publicado en Biomolecules and Biomedicine revela que los adultos con niveles reducidos de vitamina D son más propensos a sufrir depresión, particularmente cuando las concentraciones sanguíneas descienden por debajo de cierto umbral. Los científicos precisan sin embargo que esta correlación no significa necesariamente que el déficit de vitamina D provoque directamente la depresión. Esta distinción importante abre el camino a interrogantes sobre la naturaleza de las relaciones entre nuestro estado nutricional y nuestra salud mental.


Imagen de ilustración Pixabay


Desde un punto de vista biológico, el vínculo entre vitamina D y estado de ánimo parece coherente. Esta vitamina actúa en zonas cerebrales implicadas en la regulación de las emociones, donde sus receptores son particularmente numerosos. Su forma activa contribuye al buen funcionamiento de las comunicaciones entre neuronas, reduce la inflamación nerviosa y ayuda a mantener el equilibrio de los minerales en las células. Estos mecanismos biológicos son precisamente los que se encuentran alterados en las personas depresivas.

El equipo de investigación examinó sesenta y seis estudios observacionales provenientes de treinta y un países diferentes, seleccionados entre más de ocho mil publicaciones científicas. Frente a la diversidad de métodos de medición de la vitamina D y de herramientas de evaluación de la depresión utilizadas en estos trabajos, los investigadores optaron por una síntesis narrativa más que por un meta-análisis clásico. Este enfoque les permitió tener en cuenta las especificidades metodológicas de cada estudio mientras destacaban tendencias generales.

Los resultados muestran que en cerca de cincuenta estudios transversales, los bajos niveles de vitamina D corresponden sistemáticamente a puntuaciones de depresión más elevadas. El umbral crítico parece situarse alrededor de concentraciones muy bajas, donde la asociación con los síntomas depresivos se vuelve particularmente marcada. Algunos análisis sugieren que estos vínculos podrían ser más pronunciados en las mujeres, indicando efectos potencialmente diferentes según el sexo.

Los estudios prospectivos, que siguen a los participantes en el tiempo, presentan un panorama más matizado. Algunas investigaciones realizadas con poblaciones mayores o comunitarias indican que las personas con carencia de vitamina D al inicio del estudio desarrollan más frecuentemente síntomas depresivos posteriormente. Sin embargo, otros grandes estudios, incluyendo datos de biobancos, no detectaron un vínculo significativo entre el estatus de vitamina D y la aparición de depresión mayor.


Los investigadores subrayan la necesidad de realizar estudios más rigurosos, con mediciones repetidas de la vitamina D y datos objetivos sobre la exposición solar. Vlad Dionisie, profesor de la Universidad de Medicina y Farmacia Carol Davila, recomienda un enfoque pragmático: verificar el estatus de vitamina D en pacientes depresivos y corregir las carencias comprobadas, mientras se continúan las investigaciones para determinar si la suplementación puede verdaderamente prevenir la depresión.

El funcionamiento de la vitamina D en el organismo


La vitamina D es única entre las vitaminas porque nuestro cuerpo puede sintetizarla naturalmente cuando nuestra piel se expone a los rayos del sol. Esta producción cutánea representa la fuente principal de vitamina D para la mayoría de las personas, aunque algunos alimentos como los pescados grasos, los huevos y los productos lácteos enriquecidos también pueden proporcionarla. Una vez producida o absorbida, la vitamina D sufre dos transformaciones sucesivas en el hígado y luego en los riñones para volverse activa.

Esta forma activa de la vitamina D actúa como una hormona en nuestro organismo, uniéndose a receptores específicos presentes en muchos tejidos. Su papel más conocido concierne la salud ósea, pues favorece la absorción del calcio y del fósforo a nivel intestinal. Sin suficiente vitamina D, nuestro cuerpo no puede utilizar correctamente el calcio alimentario, lo que puede debilitar la estructura ósea y aumentar el riesgo de fracturas.

Más allá de su acción sobre el esqueleto, la vitamina D influye en muchos otros sistemas fisiológicos. Modula el funcionamiento del sistema inmunitario, participa en la regulación de la presión arterial e interviene en el crecimiento celular. Estos efectos múltiples explican por qué una carencia puede manifestarse por síntomas variados, que van desde la fatiga persistente hasta una mayor susceptibilidad a las infecciones.

La concentración de vitamina D en un individuo (el estatus vitamínico D), varía considerablemente según las estaciones, la latitud geográfica, la edad y los hábitos de vida. Las personas mayores, las personas de piel oscura, aquellas que se exponen poco al sol o que utilizan sistemáticamente crema solar presentan un riesgo aumentado de carencia. La medición sanguínea de la 25-hidroxivitamina D sigue siendo el mejor indicador para evaluar el estatus vitamínico de un individuo.

Fuente: Biomolecules and Biomedicine
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