Los lémures, esos pequeños primates de grandes ojos que viven en los árboles de Madagascar, frente a la costa sureste de África, son un misterio de la evolución.
Cuando aparecieron los primeros lémures, hace decenas de millones de años, la isla contaba con ecosistemas extremadamente diversos, desde los bosques tropicales húmedos del este hasta las áridas extensiones del suroeste.
Imagen de ilustración Pixabay
Sin muchos otros mamíferos competidores, estos primeros lémures evolucionaron hacia una amplia gama de formas, desde el microcebo del tamaño de una taza de té hasta el lémur perezoso gigante. Muchos de estos animales presentan niveles de diversidad genética increíblemente altos. Sin embargo, paradójicamente, casi todos, el 90%, de las cien especies que viven en la isla están en peligro de extinción.
Para descubrir por qué, y tal vez resolver este misterio, antropólogos y biólogos de la Universidad de Montreal y de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), en España, adoptaron un enfoque genético: secuenciaron los genomas de 162 lémures de Madagascar pertenecientes a 50 especies, lo que representa, con mucho, el mayor esfuerzo de secuenciación de genomas de lémures hasta la fecha.
El equipo internacional de investigación reveló así la extraordinaria diversidad de estos primates, largamente ignorados y amenazados, lo que constituye un avance importante en la comprensión de cómo la diversidad genómica de los primates ha sido influenciada por factores ecológicos y antropogénicos.
Bajo la dirección de Joseph Orkin, profesor adjunto en la UdeM e investigador principal en el laboratorio multiómico sobre la evolución de los primates de los departamentos de antropología y ciencias biológicas de la Universidad, y de Tomàs Marquès Bonet, profesor-investigador español e investigador principal en el Instituto de Biología Evolutiva de la UPF, en Barcelona, el equipo descubrió varios de estos factores.
Lémur de frente roja ("Eulemur rufifrons").
Crédito: Bernard Gagnon, CC BY-SA 3.0 , via Wikimedia Commons
En particular, mostraron cómo las variaciones ecológicas, las fluctuaciones climáticas y la actividad humana reciente han influido en la diversidad genética de los lémures, así como en sus posibilidades de supervivencia a largo plazo.
Flujo genético generalizado
Publicados en
Nature Ecology & Evolution, los análisis del equipo revelan un flujo genético generalizado entre las especies de lémures durante cientos de miles de años.
"Debido a que los cambios climáticos han conectado periódicamente hábitats que antes estaban aislados, los lémures de diferentes especies y poblaciones se han cruzado, compartiendo material genético que ha estimulado su diversidad global", explica Joseph Orkin. "Además, las especies más diversas parecen ser aquellas cuyas poblaciones están fragmentadas en varios ecosistemas de la isla. Este patrón de aislamiento y reconexión parece construir y redistribuir la variación genética en toda la isla".
Añade que "muchas especies de lémures presentan una diversidad genómica muy alta, lo que parece contraintuitivo si se considera que muchas de ellas están gravemente amenazadas de extinción. Es realmente emocionante ver cómo la ecología de Madagascar ha contribuido a dar forma a la diversidad de los lémures".
Los humanos juegan un papel importante
Si bien Madagascar es un laboratorio para la diversidad de los lémures, la actividad humana reciente juega un papel determinante en el colapso de sus poblaciones. Los datos muestran una coincidencia sorprendente entre el inicio del declive marcado de las poblaciones de lémures y la expansión de la población humana, la deforestación y los cambios en las prácticas de caza.
Nadie sabe exactamente cuándo llegaron los humanos a Madagascar, pero está claro que su número comenzó a aumentar hace unos 1000 años y que el paisaje de la isla comenzó a cambiar significativamente en el siglo XVIII, señala Joseph Orkin.
"Cuando examinamos la evidencia genética del declive de las poblaciones, encontramos dos puntos de inflexión constantes, hace aproximadamente 1000 años y 300 años. Fue realmente sorprendente ver una superposición tan clara entre el momento de la expansión de la población humana y el declive de las poblaciones de lémures", menciona.
Estos hallazgos tienen implicaciones considerables para las estrategias de conservación, señala. Si la fragmentación del hábitat y la deforestación amenazan a los lémures al reducir el tamaño de las poblaciones, también cortan los corredores naturales que históricamente permitían el flujo genético. Sin estos intercambios genéticos, el riesgo de endogamia aumenta, lo que pone en mayor peligro a especies ya amenazadas.
"Esta situación no es exclusiva de Madagascar", subraya Joseph Orkin. "La expansión de la población humana acelera la pérdida de biodiversidad en todas partes donde miramos. Pero la moraleja de la historia es que los humanos son solo una parte del mundo natural. Cuanto más aprendamos sobre cómo la biodiversidad es moldeada por las fuerzas naturales y humanas, más posibilidades tendremos de protegerla".
Fuente: Universidad de Montreal