Cuando vuelven los días cálidos y las noches se vuelven más templadas, muchos aprovechan el cielo despejado para observar las estrellas. Y a menudo, notamos que parecen más brillantes y numerosas en verano que en invierno. Pero, ¿es solo una impresión o una realidad científica?
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La respuesta se encuentra tanto en nuestra atmósfera como en la posición de las estrellas en el cielo durante esta estación. En verano, el aire suele ser más cálido y seco, lo que lo hace más estable y transparente. La luz de las estrellas atraviesa menos capas de aire turbulento o húmedo que en invierno, lo que nos da la impresión de que titilan menos y brillan más.
Además, el verano suele ofrecer cielos más despejados. Las noches son, sin duda, más cortas, pero también son más propicias para las observaciones, ya que salimos más y disfrutamos más fácilmente del cielo nocturno.
Pero también hay una razón astronómica: el cielo de verano es especialmente rico en estrellas brillantes. Constelaciones como Lira (con Vega), Águila (con Altair) y Cisne agrupan algunas de las estrellas más luminosas visibles a simple vista.
La Vía Láctea es visible durante todo el año, pero es en verano cuando podemos apreciar su parte más densa y espectacular, que apunta hacia el centro galáctico, situado en la dirección de la constelación de Sagitario. Aunque este centro galáctico está más alto en el cielo desde el hemisferio sur, sigue siendo observable desde el hemisferio norte, aunque más bajo en el horizonte. Esta parte más luminosa de la Vía Láctea contribuye a la sensación de un cielo más rico y brillante en verano.
Si las estrellas parecen más brillantes en verano, es gracias a una atmósfera más favorable para la observación y a una disposición celeste especialmente generosa en estrellas luminosas. Un verdadero regalo de la naturaleza que convierte nuestras veladas estivales en una bóveda celeste para contemplar.