Cuando se les pregunta a los jóvenes delincuentes por qué se unieron a una pandilla callejera, muchos responden que buscaban protección.
Esta respuesta puede resultar sorprendente si consideramos que, según varios estudios, los miembros de pandillas callejeras y aquellos afiliados a estos grupos tienen mayor riesgo de ser víctimas de actos violentos. Esta paradoja intrigaba a
Yanick Charette, profesor de la Escuela de Trabajo Social y Criminología, quien buscó comprender mejor las dinámicas de violencia dentro de estos grupos criminalizados.
Algunas personas se unen a una pandilla callejera creyendo estar mejor protegidas contra la violencia. Sin embargo, según los datos, un miembro de pandilla tiene 5 veces más probabilidades de ser víctima de violencia que la población general.
En un artículo publicado en el
Journal of Criminal Justice, presenta los hallazgos de una investigación realizada en archivos policiales. Al analizar los informes relacionados con actos violentos perpetrados o sufridos por 1587 miembros de pandillas callejeras haitianas o personas afiliadas a estas pandillas, durante un período de 20 años en Montreal, Yanick Charette pudo demostrar que las pandillas están formadas por diferentes núcleos de relaciones y que la violencia se concentra en algunos de estos núcleos.
Ser víctima de un acto violento rara vez es casualidad
Varios factores influyen en el riesgo de ser víctima de tal acto, incluyendo ciertas características individuales como el género, la edad, la etnia o el nivel educativo. Según un estudio estadounidense, los jóvenes hombres negros tienen 12 veces más probabilidades que la población general de ser víctimas de un acto violento. El principio de superposición entre delincuente y víctima (
victim-offender overlap) también explica que las personas que ya han cometido un delito violento tienen más probabilidades de ser víctimas de violencia a su vez. Finalmente, los crímenes violentos generalmente son perpetrados por un conocido, o incluso por un conocido de un conocido.
"En la mayoría de los casos, existe un vínculo entre quien comete un acto violento y su víctima. Esto es cierto para la violencia doméstica y la violencia sexual, y también para la violencia armada. Este vínculo puede ser positivo o negativo, es decir, el conocido puede ser un aliado o un rival. Y el vínculo puede ser directo o indirecto. En otras palabras, si Pablo conoce a Jorge que conoce a Alberto, hay un vínculo entre Pablo y Alberto, aunque no se conozcan", explica Yanick Charette.
Núcleos de violencia y núcleos de protección
Investigaciones previas han demostrado que el riesgo de ser víctima de violencia es aproximadamente 5 veces mayor en una pandilla callejera que en la población general. Sin embargo, estos estudios no habían examinado el riesgo para un individuo según su posición dentro del grupo. "Estos grupos son heterogéneos y están compuestos por varios microcosmos con estructuras diferentes. Nuestra hipótesis era que el riesgo no se distribuía equitativamente en una pandilla y que dependía de la red de relaciones que un individuo mantiene con otros miembros de un grupo criminalizado", señala el profesor Charette.
Los resultados de su investigación le dan la razón. Revelan una fuerte correlación entre los microcosmos que ejercen violencia y aquellos que la sufren. "Así, no hay una jerarquía entre grupos agresores y grupos víctimas. Al contrario, los grupos con alta concentración de agresores también presentan alta concentración de víctimas", indica Yanick Charette. Establecer relaciones con criminales violentos o víctimas de actos criminales aumenta el riesgo de ser víctima de violencia. Este riesgo elevado se mantiene hasta 3 grados de distancia, es decir, el vínculo entre uno y el conocido de un conocido de un conocido. Más allá de este punto, los efectos disminuyen considerablemente. "Observamos que las represalias entre pandillas rara vez superan estos 3 grados de distancia", comenta Yanick Charette.
Otro hallazgo es que no solo la presencia de un vínculo entre pares influye en el riesgo, sino también cómo se forman estos vínculos. "En una pandilla callejera, no todos los miembros cometen actos violentos. Por ejemplo, hay delincuentes que no participan en altercados armados, sino que solo se dedican al tráfico de drogas. Estos pueden ver reducido su riesgo de ser víctimas de violencia según la densidad de sus vínculos con la red", explica el investigador.
En un grupo, las interrelaciones pueden ser abiertas o cerradas. Basta que tres personas se conozcan mutuamente para formar un nodo cerrado, llamado tríada. "Cuántas más tríadas hay en un microcosmos, más densa es la red de relaciones", afirma. Pertenecer a una red con varias tríadas proporciona cierta protección social.
Una paradoja explicable
La motivación de unirse a una pandilla como medida de protección ya no parece tan absurda y paradójica como podía parecer inicialmente. Una protección -o al menos una situación mucho menos arriesgada de lo que se creía erróneamente generalizado- parece surgir efectivamente de los microcosmos no violentos dentro de las pandillas callejeras. Probablemente sea esta dinámica relacional la que explica la paradoja y motiva a algunas personas a afiliarse a estos grupos.
Comprender mejor las dinámicas de violencia dentro de las pandillas permite identificar mejor a las personas dentro de estos grupos que estarían más dispuestas a renunciar a los delitos violentos, para reducir la escalada de violencia. Así, basándose en estas conclusiones y en otros estudios similares, se han implementado intervenciones de prevención de violencia en Quebec.
El estudio firmado por Yanick Charette e Ilvy Goossens, del centro de investigación del St. Joseph's Healthcare Hamilton, fue publicado en el
Journal of Criminal Justice.
Fuente: Université Laval