Adrien - Miércoles 29 Enero 2025

Nuestro "sexto sentido" varía de una persona a otra 🌀

Por Telma Sagnard, Brice Picot y Nicolas Forestier

La calidad de la visión o la audición difiere de una persona a otra. La propiocepción, este "sexto sentido" esencial para mantener el equilibrio, también. Pero cuando la propiocepción está alterada, ¿las estrategias de compensación del sistema nervioso central son suficientes para limitar el riesgo de caídas y lesiones?


Imagen de ilustración Pixabay

¿Cómo es posible correr, saltar, caminar, deslizarse en el bosque, en el asfalto, en la playa o en la nieve... y mantenerse de pie sin lastimarse? Para interactuar con un entorno en constante cambio, nos apoyamos en una multitud de información proveniente de diversos sensores sensoriales.

El sistema nervioso central integra esta información para crear una representación del cuerpo y su entorno. La calidad de esta información y su procesamiento son cruciales para una buena representación corporal y, por lo tanto, para un control fino del equilibrio.

Una mala señal o procesamiento de la señal puede llevar a un control motor subóptimo y aumentar el riesgo de lesiones en las extremidades inferiores.

El sistema nervioso central, director de orquesta de los sentidos



La información sensorial puede ser visual, vestibular o propioceptiva. El sistema nervioso central, aunque muy eficiente, tiene capacidades de procesamiento limitadas. Solo la información relevante para la tarea específica es seleccionada y procesada en función de su disponibilidad y fiabilidad. Mantenerse de pie sobre dos piernas y mantener el equilibrio requiere, por tanto, una estrategia sensorial específica.

Para obtener una representación del cuerpo en posición vertical, el sistema nervioso central utiliza cada sistema sensorial en proporciones diferentes: aproximadamente el 30 % de la información proviene de la visión, el 20 % del sistema vestibular y finalmente el 50 % proviene de la propiocepción.

La propiocepción es la principal fuente de información cuando estamos de pie sobre nuestras dos piernas. La información proviene de sensores mecánicos distribuidos por todo el cuerpo (principalmente músculos, tendones y articulaciones). Permite al sistema nervioso central construir una representación tridimensional del cuerpo. Es gracias a este sentido que podemos "sentir" la posición, los movimientos y la fuerza de nuestras extremidades incluso cuando la visión no está disponible. Por lo tanto, aprovechar correctamente la propiocepción es esencial para un control óptimo del equilibrio y la motricidad.


Christos Georghiou/Shutterstock


Compensar la degradación de la información de un sentido


Es común observar en algunas personas la degradación de una información particular. La visión, por ejemplo, puede verse alterada en caso de miopía. En este caso, hay dos soluciones posibles para seguir moviéndose sin riesgo de lesiones.

La primera consiste en corregir la calidad del sentido, es decir, usar gafas correctoras. La segunda consiste en reducir el uso del sentido alterado mientras se aumenta el uso de otra fuente, ya sea favoreciendo otro receptor del mismo sentido (por ejemplo, aumentando el uso del ojo derecho si el izquierdo está disfuncional) o apoyándose en una entrada sensorial diferente, como la propiocepción.

Si bien se aceptan ampliamente diferencias entre individuos en cuanto al sentido visual (no todo el mundo usa gafas) o auditivo (no todo el mundo usa audífonos), la propiocepción generalmente se considera homogénea dentro de la población. Sin embargo, la calidad de este sentido, así como su uso, también puede verse alterada.

Trabajos recientes destacan la importancia de estudiar de forma independiente la calidad de las señales propioceptivas y su uso para controlar el equilibrio, ya que estas dos características parecen ser independientes entre sí.

Flexibilidad propioceptiva o el arte de adaptarse a las limitaciones



Hasta ahora, se creía comúnmente que las personas sanas eran iguales en cuanto a la capacidad de utilizar la información propioceptiva. Pero estudios recientes realizados en jóvenes deportistas sanos muestran que no es así.

Así, cuando se está de pie sobre una superficie estable, la información relevante utilizada por el sistema nervioso central proviene de los tobillos. En esta condición, el cuerpo oscila como un péndulo invertido alrededor de esta articulación. Esta información juega un papel clave en la identificación de una desviación anormal del equilibrio.

En una superficie inestable, la información proveniente de los tobillos pierde fiabilidad porque es difícil de interpretar. El cerebro recurrirá entonces a información que le parezca más fiable, como la proveniente de la región lumbar.

Esta capacidad de modular la información es esencial para adaptarse al entorno. Sin embargo, parece que casi una de cada tres personas no tiene esta flexibilidad adaptativa. Como resultado, el control de los movimientos es subóptimo y puede provocar una alteración del equilibrio.

Si una persona sana se apoya constantemente en la información proveniente de sus tobillos, independientemente del entorno, tiene 3,5 veces más riesgo de desarrollar lumbalgia crónica. También podría tener dificultades para controlar bien sus movimientos al cambiar de dirección, ya que esto requiere información proveniente de varias partes del cuerpo. Estas dificultades se manifiestan en defectos de activación neuromuscular de las extremidades inferiores, lo que aumenta el riesgo de lesiones.

La flexibilidad propioceptiva, una característica individual, es necesaria para un mantenimiento óptimo del equilibrio. Sin embargo, si la información está alterada, la flexibilidad también puede estarlo.

Cuando la propiocepción está alterada



Numerosos estudios han demostrado que, después de una lesión, la calidad de la información propioceptiva proveniente de la zona lesionada puede verse alterada. La presencia de microlesiones tisulares puede deteriorar o incluso silenciar por completo los sensores propioceptivos.

Como resultado, las personas lesionadas son menos capaces de apreciar la posición de sus extremidades, controlar sus movimientos y sentir la fuerza que aplican. Esta deficiencia es problemática porque aumenta el riesgo de volver a lesionarse.

Sin embargo, la alteración de los sensores propioceptivos no puede corregirse tan fácilmente como la visión con el uso de gafas. El desafío consiste en permitir que el sistema nervioso central elija y utilice otra fuente sensorial fiable, ya sea muy cercana a la zona lesionada para mantener una buena precisión en la percepción de la posición, el movimiento y la fuerza, o más alejada de la zona lesionada para compensar una pérdida de información demasiado grande.

Por ejemplo, en personas con pérdida de sensibilidad en las extremidades inferiores (debido a una degradación neuronal causada por una neuropatía periférica, por ejemplo), el sistema nervioso central parece utilizar información proveniente del tronco y la pelvis para equilibrarse. Por el contrario, las personas con dolor lumbar crónico inespecífico tienden a sobreutilizar la información propioceptiva de las extremidades inferiores.

Estas estrategias, llamadas compensatorias, permiten mantener un equilibrio correcto, pero limitan la flexibilidad propioceptiva. De hecho, provocan un uso excesivo de la información propioceptiva de las partes sanas del cuerpo y limitan el acceso a la información deteriorada. Aunque estas adaptaciones pueden ser positivas (uso de información de calidad), pueden volverse insuficientes frente a perturbaciones importantes (imposibilidad de cambiar de estrategia). Así, las personas se exponen a un mayor riesgo de caídas o lesiones.

¿Se puede entrenar la propiocepción?



Mantener el equilibrio requiere tanto tener información sensorial de calidad como utilizarla correctamente. En el marco de la prevención del riesgo de lesiones o del tratamiento terapéutico, es importante identificar los elementos deficitarios para poder trabajarlos específicamente.

En este contexto, la evaluación de la calidad de la información propioceptiva y su uso en el control del equilibrio es esencial. La buena noticia es que existen protocolos efectivos para mejorar el sentido de la posición, la fuerza y el movimiento a nivel local. Por ejemplo, proponiendo ejercicios de equilibrio (sobre un pie o dos pies), de reproducción de movimiento/posición/fuerza o utilizando protocolos de vibración (vibraciones de todo el cuerpo o localizadas en un tendón).

En cuanto al uso de la información propioceptiva, se están realizando trabajos en laboratorios de ciencias del deporte para identificar y validar protocolos de entrenamiento capaces de mejorarla.

Fuente: The Conversation bajo licencia Creative Commons
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