Investigadores examinaron a más de mil adultos sanos mediante resonancias magnéticas corporales y cerebrales. Este enfoque permite cuantificar la masa muscular y los diferentes tipos de grasa, al tiempo que estima la edad biológica del cerebro gracias a algoritmos de inteligencia artificial. Los datos proceden de un estudio presentado en la asamblea anual de la
Sociedad Radiológica de América del Norte.
Los resultados indican que los individuos con una masa muscular elevada y una baja tasa de grasa visceral presentan una edad cerebral estimada más joven. Por el contrario, la grasa subcutánea, situada justo bajo la piel, no muestra un vínculo significativo con el envejecimiento cerebral. Este descubrimiento pone de relieve la importancia de distinguir los tipos de grasa para evaluar los riesgos para la salud.
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El análisis combina escáneres de IRM y herramientas de inteligencia artificial para medir con precisión los volúmenes musculares y grasos. Los participantes, de una edad media de 55 años, se sometieron a exámenes de imagen por resonancia magnética en varios centros. Los investigadores utilizaron secuencias T1 para visualizar claramente los tejidos, permitiendo a la IA calcular la edad cerebral a partir de la estructura del cerebro.
Este descubrimiento abre perspectivas para intervenciones dirigidas, como la preservación muscular y la reducción de la grasa abdominal profunda. Según los expertos, los programas de salud podrían integrar estos biomarcadores para monitorizar la eficacia de los tratamientos. El objetivo es desarrollar enfoques que mejoren simultáneamente la condición física y la función cerebral.
Los medicamentos como los GLP-1 podrían ajustarse para minimizar la pérdida muscular mientras se dirige la grasa visceral. Los investigadores señalan que estos tratamientos, a menudo prescritos para la pérdida de peso, deben optimizarse para evitar efectos indeseados sobre la masa muscular. Estudios futuros podrían utilizar la IRM para evaluar el impacto de estas terapias en el cuerpo y el cerebro.
Cuidar del cuerpo contribuye, por tanto, directamente a mantener un cerebro sano. Esta conexión entre la silueta y la juventud cerebral ofrece nuevas pistas para prevenir las enfermedades neurodegenerativas. Hábitos de vida equilibrados, que combinen actividad física y alimentación adecuada, parecen prometedores para sostener el bienestar global.
Figura cerebral en color mostrando un ejemplo de volúmenes regionales segmentados obtenidos a partir de los escáneres de IRM volumétricos 3D T1 utilizados para los cálculos de edad cerebral por inteligencia artificial.
Crédito: Cyrus Raji, M.D., Ph.D., y RSNA
Grasa visceral vs grasa subcutánea: ¿por qué la diferencia?
La grasa visceral se almacena profundamente en el abdomen, alrededor de los órganos internos como el hígado y los intestinos. A diferencia de la grasa subcutánea, que se encuentra justo bajo la piel, es más activa metabólicamente y puede liberar sustancias inflamatorias. Estas sustancias pueden circular en la sangre y afectar a diversos sistemas, incluido el cerebro, contribuyendo a problemas de salud.
La grasa subcutánea, por el contrario, a menudo se considera menos nociva porque sirve principalmente como reserva de energía y aislante térmico. Aunque un exceso puede estar vinculado a problemas estéticos o articulares, su impacto en la salud metabólica y cerebral parece menos directo. Los estudios muestran que es la grasa visceral la que está asociada a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y trastornos cognitivos.
Esta distinción explica por qué la reducción de la grasa visceral es prioritaria para mejorar la salud global. Factores como la alimentación, el ejercicio físico y el estrés influyen en la acumulación de este tipo de grasa. Por ejemplo, una actividad regular que combine musculación y cardio puede ayudar a disminuir la grasa visceral mientras se preserva la masa muscular.
Comprender estas diferencias permite dirigir las intervenciones para optimizar los beneficios en el cuerpo y el cerebro. Al concentrarse en la reducción de la grasa visceral, no solo se puede mejorar la silueta sino también sostener funciones cerebrales sanas, reduciendo así los riesgos a largo plazo.
La edad cerebral: una medida de la salud del cerebro
La edad cerebral es una estimación de la edad biológica del cerebro, calculada a partir de imágenes obtenidas por resonancia magnética estructural. A diferencia de la edad cronológica, que corresponde simplemente al número de años desde el nacimiento, la edad cerebral refleja el estado de salud y el funcionamiento de los tejidos cerebrales. Algoritmos de inteligencia artificial analizan parámetros como el volumen de diferentes regiones del cerebro para determinar esta edad.
Esta medida permite identificar desviaciones con respecto a la edad esperada, lo que puede indicar un mayor riesgo de desarrollar ciertas afecciones, como la enfermedad de Alzheimer. Por ejemplo, un cerebro que parece más viejo que la edad real de la persona podría señalar procesos de envejecimiento acelerado. Los investigadores utilizan esta información para estudiar los factores que influyen en la salud cerebral a lo largo del tiempo.
La edad cerebral sirve así como herramienta de diagnóstico y seguimiento en la investigación médica. Ayuda a evaluar la eficacia de las intervenciones destinadas a ralentizar el declive cognitivo. Al vincular esta medida con otros biomarcadores corporales, como la composición de músculo y grasa, se puede entender mejor las interacciones entre el cuerpo y el cerebro.
Este enfoque abre el camino a estrategias personalizadas para promover un envejecimiento saludable. Al monitorizar regularmente la edad cerebral, es posible adaptar los estilos de vida y los tratamientos para mantener una función cerebral óptima a lo largo de la vida.
Fuente: Sociedad Radiológica de América del Norte