La Luna parece inmutable en el cielo nocturno, pero su movimiento oculta una lenta transformación. Desde hace décadas, los científicos observan que nuestro satélite se aleja progresivamente de la Tierra, año tras año. Este fenómeno discreto, invisible a simple vista, afecta directamente a la mecánica de nuestro planeta.
La pregunta no es solo a qué velocidad se mueve la Luna, sino también por qué. Los astrofísicos, gracias a mediciones de extrema precisión, han confirmado que este alejamiento alcanza unos 3,8 centímetros por año.
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Las mareas en el corazón del alejamiento
La fuerza gravitacional de la Luna no actúa de forma uniforme sobre la Tierra. El lado que mira hacia la Luna sufre una atracción ligeramente más fuerte que el lado opuesto. Este desequilibrio genera dos abultamientos de agua: uno orientado hacia la Luna, el otro en el lado opuesto.
Sin embargo, estos abultamientos no están perfectamente alineados con la Luna. Debido a la rotación de la Tierra, están desplazados hacia adelante. Este desplazamiento provoca una tracción que actúa sobre la trayectoria del satélite natural, dándole un pequeño impulso adicional.
Este mecanismo hace que la Luna gane velocidad. Ahora bien, en el lenguaje orbital, más velocidad significa una órbita más amplia. Así, año tras año, la Luna se sitúa ligeramente más lejos, mientras que la Tierra pierde un poco de su energía de rotación.
Un equilibrio Tierra-Luna en constante evolución
La energía que impulsa a la Luna hacia una órbita más amplia se extrae de algún sitio: proviene de la desaceleración terrestre. A medida que la Luna se aleja, la duración de los días terrestres se alarga muy ligeramente.
Los estudios geológicos lo confirman. Analizando las estrías de crecimiento en conchas fosilizadas, unos investigadores han demostrado que, hace 70 millones de años, un día solo duraba 23,5 horas. La Luna estaba entonces más cerca y los efectos de marea eran más marcados.
Este fenómeno no modifica nuestro día a día. El alargamiento de un día terrestre se cuenta en milisegundos por siglo. Las mareas, los eclipses y el ciclo lunar continuarán existiendo durante millones de años más.
Un futuro escrito a escala cósmica
Si proyectamos este proceso en un futuro lejano, podría surgir un estado particular: la Tierra y la Luna podrían "bloquearse" gravitacionalmente. Cada rotación terrestre duraría entonces tanto como la órbita lunar.
En tal escenario, un solo hemisferio vería siempre la Luna en su cielo, mientras que el otro nunca la vería. Pero este bloqueo solo ocurriría al cabo de decenas de miles de millones de años, un horizonte muy más allá de la existencia probable de nuestro planeta.
En efecto, mucho antes de eso, la evolución del Sol alterará la situación. Dentro de aproximadamente mil millones de años, la estrella se intensificará y hará desaparecer los océanos, privando a la Luna de las mareas que alimentan su alejamiento. Más tarde aún, al convertirse en una gigante roja, el Sol probablemente engullirá la Tierra y su satélite.
Para saber más: ¿qué es una marea?
Las mareas son movimientos regulares de subida y bajada del nivel del mar. Resultan principalmente de la atracción gravitacional ejercida por la Luna y, en menor medida, por el Sol sobre los océanos terrestres. Estas fuerzas crean una deformación de la superficie del agua, que se traduce en zonas donde el nivel del mar se eleva y otras donde desciende.
La rotación de la Tierra juega un papel esencial en este fenómeno: al girar sobre sí misma, nuestro planeta provoca el desplazamiento de estos "bultos de agua" alrededor del globo. Es este movimiento combinado de la gravitación y la rotación terrestre lo que da lugar a los ciclos regulares de marea, con dos pleamares y dos bajamares cada día en la mayoría de las regiones del mundo.
Sin embargo, las mareas no son idénticas en todas partes. Varían según la posición geográfica, la configuración de las costas y la profundidad de los fondos marinos. Así, algunas zonas conocen amplitudes espectaculares, como la bahía de Fundy en Canadá, mientras que otras solo perciben ligeras variaciones. Estas diferencias locales muestran hasta qué punto las mareas dependen tanto de las leyes universales de la gravitación como de la geografía particular de los lugares.
¿Cómo se mide la distancia Tierra-Luna?
Medir la distancia entre la Tierra y la Luna no es una tarea sencilla: varía constantemente, porque la órbita lunar no es perfectamente circular sino ligeramente elíptica. La Luna se encuentra a una media de unos 384 400 kilómetros de nosotros, pero este valor puede oscilar varios miles de kilómetros según su posición en su órbita.
Para obtener una medida precisa, los científicos utilizan un método que consiste en enviar haces láser desde la Tierra hacia reflectores depositados en la superficie de la Luna por las misiones Apolo y Lunojod. El tiempo que tarda la luz en realizar el viaje de ida y vuelta permite calcular la distancia con una precisión del orden del centímetro.
Existen también otros métodos, como el análisis del movimiento orbital de la Luna o las mediciones por satélites. Estas técnicas complementarias permiten confirmar los resultados obtenidos y comprender mejor las variaciones de la distancia Tierra-Luna a lo largo del tiempo. Gracias a ellas, sabemos así que la Luna se aleja muy lentamente de la Tierra, unos 3,8 centímetros por año.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: The Conversation