A simple vista, un esqueleto de ballena podría parecer un simple vestigio del pasado. Sin embargo, el de KOBO, una ballena azul, revela una sorpresa inesperada. A pesar de su fallecimiento ocurrido hace más de veinte años, su historia parece no haber terminado.
El esqueleto de KOBO está expuesto en el New Bedford Whaling Museum, en los Estados Unidos. Descubierta en circunstancias dramáticas, este animal cruzó el camino de un petrolero, lo que le costó la vida. El accidente trágico de KOBO plantea interrogantes sobre los peligros que enfrentan estos gigantes del mar.
Foto New Bedford Whaling Museum
La ballena azul es uno de los animales más grandes de la Tierra, alcanzando hasta 24 metros de longitud y pesando hasta 150 toneladas. Sin embargo, esta especie está amenazada, con una población mundial que ha disminuido de 125 000 a aproximadamente 3 000 ejemplares en menos de un siglo. La caza intensiva durante décadas pasadas fue determinante en esta caída.
Pero volvamos a KOBO. La limpieza de su cuerpo duró cinco meses. Tras su muerte, sus huesos fueron sumergidos en las aguas del puerto de New Bedford para eliminar los restos de tejido orgánico. Un proceso meticuloso, pero que no logró extraer completamente el aceite presente en sus huesos.
Así, KOBO sigue produciendo aceite, un fenómeno fascinante para los visitantes. Esta sustancia, que se escapa lentamente, recuerda a los investigadores la importancia del aceite para las ballenas vivas, sirviendo para su aislamiento térmico y como fuente de energía. Se han instalado dispositivos para recuperar este aceite, con el fin de evitar molestias para los visitantes. Sin embargo, esta fuga de aceite también permite imaginar las condiciones de vida a bordo de los barcos balleneros de antaño.
El aceite de ballena ha tenido históricamente muchas aplicaciones, desde la lubricación hasta la iluminación. En el siglo XIX fue tan buscado que incluso se utilizó para la fabricación de explosivos durante las guerras mundiales. Este contexto histórico enriquece todavía más la historia de KOBO.
Hoy en día, el esqueleto de KOBO sigue fascinando tanto a científicos como a entusiastas. A pesar de su fallecimiento, su legado perdura, resaltando la importancia de conservar las especies marinas. KOBO no es solo un esqueleto; es un símbolo vivo de la lucha por la protección de los océanos.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Popular Science