Las babosas de mar sacoglosas, discretas habitantes de los arrecifes de coral, esconden un secreto asombroso. A diferencia de otros animales, pueden "robar" los cloroplastos de las algas que consumen y utilizarlos para realizar la fotosíntesis. Este fenómeno acaba de ser dilucidado por un equipo de investigadores.
Un robo biológico con múltiples ventajas
Las babosas sacoglosas ingieren los cloroplastos de las algas sin digerirlos. Estos orgánulos, que normalmente serían degradados, son desviados hacia estructuras especializadas. Los investigadores han denominado a estas estructuras "cleptosomas".
Estos cleptosomas actúan como escudos protectores para los cloroplastos robados. Mantienen su funcionalidad regulando su entorno interno. Así, las babosas pueden beneficiarse de la energía producida por la fotosíntesis durante varios meses.
En periodos de escasez, los cleptosomas cambian de función. Se convierten en reservas nutritivas, digiriendo gradualmente los cloroplastos. Este mecanismo explica por qué las babosas se vuelven verdes después de comer, y luego palidecen durante los periodos de hambruna.
Una ventana a la evolución de las especies
Este proceso recuerda a un evento clave en la historia de la vida: la endosimbiosis. Hace miles de millones de años, células primitivas integraron bacterias, dando origen a mitocondrias y cloroplastos. Las babosas estarían reproduciendo este fenómeno a su escala.
A diferencia de las simbiosis clásicas, esta apropiación es temporal y reversible. Los investigadores lo ven como un modelo único para estudiar cómo los organismos pueden fusionar sus capacidades. Este descubrimiento podría esclarecer mecanismos similares en otras especies.
Las aplicaciones potenciales van más allá del ámbito fundamental. Comprender cómo las babosas regulan estos orgánulos robados podría inspirar avances en medicina, especialmente para ciertas enfermedades lisosomales.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Cell