China ha dado un paso decisivo al realizar la primera fotosíntesis artificial en el espacio a bordo de la estación Tiangong. Este experimento sin precedentes ha permitido transformar dióxido de carbono y agua en oxígeno y etileno, un hidrocarburo con múltiples aplicaciones.
A diferencia de los procesos energéticamente costosos utilizados hasta ahora, este sistema funciona a temperatura y presión ambientales, abriendo el camino hacia una mayor autonomía de las misiones espaciales.
Vista artística de la estación orbital china Tiangong.
Imagen Wikimedia
Este avance podría cambiar radicalmente la logística de las estaciones orbitales y las futuras bases lunares o marcianas. Al reducir la necesidad de transportar dioxígeno desde la Tierra, las misiones espaciales ganarían en duración y flexibilidad. Esta tecnología también podría integrarse en las futuras infraestructuras lunares, aprovechando directamente los recursos locales para generar oxígeno y combustible.
Un proceso más eficiente que las tecnologías actuales
Hasta ahora, las estaciones espaciales como la ISS utilizan principalmente la electrólisis del agua para producir oxígeno, un proceso que consume mucha energía. El método chino se distingue por un mayor rendimiento energético y una mayor flexibilidad. Además de oxígeno y etileno, permite sintetizar otros compuestos útiles como metano y ácido fórmico.
Estos productos químicos podrían servir no solo para alimentar los sistemas de supervivencia de los astronautas, sino también para producir combustibles destinados a cohetes y vehículos de exploración. Tal capacidad reduciría considerablemente la dependencia de los reabastecimientos terrestres, ofreciendo así un modelo más sostenible para la exploración espacial.
Un avance clave para la colonización de la Luna
China tiene la ambición de establecer una base lunar permanente para 2035, y esta nueva tecnología podría desempeñar un papel clave en este proyecto. Al aprovechar el CO₂ exhalado por los astronautas y el agua presente en la Luna, sería posible producir localmente oxígeno y combustible, reduciendo así la necesidad de transportar recursos desde la Tierra.
Este modelo se inspira en los principios de la biosfera terrestre, donde los recursos se reciclan para mantener un entorno habitable. Al desarrollar sistemas autónomos capaces de funcionar en otros cuerpos celestes, China se asegura una ventaja estratégica en la conquista del sistema solar.
Un paso adelante en los programas occidentales
Mientras la NASA enfrenta dificultades para cumplir su calendario de regreso a la Luna, China consolida su ventaja en las tecnologías espaciales sostenibles. Al desarrollar soluciones energéticas innovadoras, refuerza su posición como líder en la exploración espacial a largo plazo.
Estados Unidos y Europa también están trabajando en sistemas de producción de recursos in situ, pero el éxito chino en la fotosíntesis artificial en microgravedad podría dar a Pekín una clara ventaja. Este avance tecnológico podría redefinir los equilibrios de la conquista espacial en las próximas décadas.
Para profundizar: ¿Cómo funciona la fotosíntesis artificial en microgravedad?
La fotosíntesis artificial en microgravedad se basa en un catalizador químico capaz de transformar el CO₂ y el agua en oxígeno y compuestos carbonados bajo el efecto de una fuente de energía. A diferencia de la fotosíntesis natural, que depende de la clorofila, este proceso utiliza materiales específicos para acelerar la reacción sin intervención biológica.
Uno de los mayores desafíos en la ingravidez es el comportamiento de los líquidos y gases, que no se mezclan como en la Tierra. Los investigadores han tenido que diseñar un sistema que permita un contacto óptimo entre los reactivos y el catalizador, garantizando así un rendimiento suficiente a pesar de la ausencia de gravedad para facilitar la difusión de las moléculas.
Este método ofrece un rendimiento energético superior a las técnicas existentes, como la electrólisis del agua. No solo permite producir oxígeno, sino también generar hidrocarburos útiles para la fabricación de plásticos, combustibles u otros materiales esenciales para misiones espaciales de larga duración.
Se necesitarán pruebas adicionales para evaluar la durabilidad del sistema a largo plazo. Si esta tecnología demuestra su fiabilidad, podría integrarse en futuras estaciones lunares y marcianas, contribuyendo a la autonomía de los astronautas y reduciendo la necesidad de transportes costosos desde la Tierra.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: The Eurasian Times