Cédric - Jueves 13 Noviembre 2025

🛠️ Este descubrimiento de herramientas de 2,75 millones de años sacude lo que sabíamos sobre los humanos

La orilla oriental del lago Turkana, en Kenia, guarda en su memoria uno de los ejemplos más antiguos de transmisión tecnológica. En este sitio llamado Namorotukunan, las herramientas de piedra tallada narran una epopeya mucho más larga de lo previsto, atravesando varios cientos de miles de años.

Los artefactos exhumados, guijarros trabajados y lascas afiladas características del Olduvayense, forman una secuencia arqueológica notable. Su presencia está atestiguada en tres niveles geológicos distintos, datados respectivamente en 2,75, 2,58 y 2,44 millones de años. Esta repetición atestigua una transmisión ininterrumpida de los saberes hacer, y no simples episodios aislados de fabricación. La coherencia técnica observada durante un período tan prolongado revela una tradición cultural ya sólidamente establecida.


a) Mapa que sitúa la formación de Koobi Fora (franjas rojas), la zona de recolección paleontológica 40 (cuadrado verde) y el sitio de Namorotukunan (punto negro).
b) Contexto estratigráfico de la formación de Koobi Fora con sus diferentes unidades y niveles de referencia de cenizas volcánicas; las barras amarillas indican los horizontes arqueológicos datados.
c) Cronología de los principales homininos del Plio-Pleistoceno en el Rift esteafricano.
d) Cronología de los sitios principales vinculados a las herramientas líticas de homininos y excavaciones arqueológicas en Namorotukunan; las flechas rojas indican los niveles con artefactos, los círculos de colores (A–G) señalan los cortes geológicos utilizados para establecer la columna estratigráfica sintética.


Un dominio técnico arraigado en el tiempo



El análisis detallado de más de 1200 herramientas ha puesto de manifiesto una selección rigurosa de las materias primas. Los homininos privilegiaban rocas de grano fino como la calcedonia, cuya fractura predecible permitía obtener filos afilados y duraderos. Esta anticipación en la elección de los materiales demuestra una comprensión intuitiva de las propiedades de la piedra, una forma de competencia geológica aplicada. La estandarización de los métodos de tallado indica un aprendizaje social, esencial para la preservación del saber a lo largo de miles de generaciones.

La función de estas herramientas ha sido precisada mediante el estudio de las huellas de uso y los residuos. Constituían un verdadero kit de herramientas polivalente, empleado para el descuartizamiento de cadáveres animales y el trabajo de vegetales. El descubrimiento de marcas de cortes en huesos fósiles asociados a las herramientas confirma la ampliación de la dieta. El acceso a la carne, posibilitado por esta tecnología, representó una ventaja nutricional decisiva para estas poblaciones.

La perdurabilidad de esta industria lítica contrasta con la idea de innovaciones esporádicas y rápidamente olvidadas. Esboza el retrato de grupos capaces de una forma de constancia en el gesto técnico, a pesar de un entorno en mutación. Esta estabilidad cultural, durante un período tan vasto, sugiere que la capacidad de crear, utilizar y transmitir una tecnología es una característica mucho más antigua de lo que comúnmente se admitía.

Un paisaje cambiante y una adaptación tecnológica


El contexto ambiental de esta época ha sido reconstituido gracias a una paleta de métodos geoquímicos y sedimentológicos. Los investigadores han analizado las cenizas volcánicas, las señales magnéticas atrapadas en los sedimentos y los microfósiles vegetales. El paisaje de la cuenca del Turkana experimentó transformaciones profundas, oscilando entre fases húmedas y episodios de fuerte aridez, marcados por la expansión de sabanas y praderas propensas a incendios.


Frente a esta inestabilidad climática, la respuesta de los homininos no fue biológica, sino tecnológica. Mientras la vegetación y los recursos se modificaban radicalmente, su método de fabricación de herramientas permaneció inalterado. Esta resiliencia a través de la herramienta les permitió adaptarse sin tener que desarrollar nuevas aptitudes físicas. La tecnología sirvió de amortiguador contra los vaivenes ambientales, garantizando un acceso fiable a la comida.

Este descubrimiento retrasa considerablemente la fecha de emergencia de una tradición tecnológica continua. Indica que homininos con cerebros aún de tamaño modesto, anteriores a la aparición del género Homo, ya dominaban habilidades cognitivas y sociales elaboradas. La fabricación y el uso sostenido de herramientas parecen, por tanto, haber sido un factor clave muy precoz en la trayectoria evolutiva humana, mucho antes de la expansión cerebral a menudo considerada como su desencadenante.

Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Nature Communications
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