El asteroide 2024 YR4, descubierto el año pasado, continúa suscitando el interés de los astrónomos. Inicialmente, la probabilidad de que impactara nuestro planeta se estimó en un 3%, cifra que luego bajó al 1,2% (consulte
nuestro artículo sobre el tema), y se redujo aún más a medida que se afinaron los cálculos. Actualmente, el riesgo más importante es que impacte contra la Luna (un riesgo estimado en un 4%). De hecho, ya les presentamos los riesgos de tal impacto
en este artículo. Esta situación hipotética ya está movilizando a los ingenieros espaciales.
Un estudio reciente, coescrito por investigadores de la NASA y publicado en el servidor de prepublicación arXiv, explora los escenarios para evitar un impacto lunar en diciembre de 2032. Aunque la probabilidad sigue siendo baja, las consecuencias de una colisión justifican una reflexión profunda. Los escombros generados por tal evento podrían saturar el espacio cercano a la Tierra.
Los límites de la desviación
Una misión de desviación, similar al experimento DART de la NASA, requiere un conocimiento preciso de la masa del objeto. Sin embargo, las estimaciones actuales para 2024 YR4 presentan un margen de error considerable. Su composición interna, densa o porosa, sigue siendo un factor desconocido determinante para calcular la energía necesaria para un cambio de trayectoria.
Un error de cálculo podría tener el efecto contrario al esperado. Empujar el asteroide de manera imprecisa podría, en el peor de los casos, orientarlo hacia una trayectoria más peligrosa. La complejidad de esta maniobra normalmente exige una misión de reconocimiento previa para refinar los datos.
El calendario ajustado hace que tal misión de reconocimiento sea casi imposible. La ventana de lanzamiento ideal se sitúa en 2028, dejando solo tres años para interceptar el asteroide antes de su aproximación final. Un plazo demasiado corto para desarrollar y lanzar un vehículo específico con las garantías de éxito requeridas.
La viabilidad de la destrucción
Ante las incertidumbres de la desviación, la destrucción total del asteroide surge como una alternativa pragmática. Esta estrategia busca fragmentar el cuerpo celeste en pequeños trozos que se consumirían en la atmósfera terrestre o lunar. Se están estudiando dos métodos principales para lograrlo.
La opción llamada "cinética" implicaría un impactador hiperveloz, mucho más potente que el de la misión DART. Su objetivo no sería desviar, sino pulverizar la roca espacial. Las ventanas de lanzamiento para este tipo de misión son más amplias, extendiéndose desde abril de 2030 hasta abril de 2032.
La segunda opción contempla el uso de un dispositivo nuclear. La onda expansiva provocada por una explosión sería suficiente para dislocarlo. Según el estudio, una carga de un megatón permitiría neutralizar 2024 YR4 sin importar su masa real.
Este enfoque, aunque teóricamente sólido, nunca ha sido probado en un contexto de defensa planetaria. También plantea cuestiones políticas y jurídicas concernientes al empleo de armas nucleares en el espacio. La decisión final dependerá de un análisis exhaustivo de beneficio-riesgo.
¿Cuáles serían los riesgos de una destrucción nuclear?
El uso de un artefacto nuclear contra un asteroide no está exento de riesgos. Un primer desafío concierne la fiabilidad del sistema de guiado, que debe funcionar de manera autónoma a millones de kilómetros de la Tierra. Una falla podría conducir al fracaso de la misión.
La fragmentación del asteroide podría generar una nube de escombros de tamaños variables. Algunos fragmentos importantes podrían persistir y crear nuevas amenazas. La trayectoria de estos fragmentos sería difícil de predecir con absoluta certeza a largo plazo.
En el plano político, tal acción podría ser percibida como una militarización del espacio, a pesar de su objetivo protector. Plantearía cuestiones de gobernanza internacional y de conformidad con los tratados existentes, como el Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967 que rige las actividades espaciales.
Finalmente, una explosión nuclear en el espacio tendría consecuencias electromagnéticas potenciales. La explosión podría dañar satélites operativos en una vasta zona, perturbando las comunicaciones y la recolección de datos científicos.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: arXiv