Bajo los paisajes agrícolas contemporáneos de Tabasco, en México, se esconde un complejo ceremonial maya cuya magnitud y diseño revelan una comprensión precisa del Universo.
Esta estructura, que permaneció invisible a simple vista durante milenios, finalmente fue cartografiada gracias a una tecnología láser aerotransportada. Su plano monumental, deliberadamente orientado según ejes cosmológicos, materializa la visión del mundo de una comunidad que vivió mucho antes del apogeo de la civilización maya.
Mapa del sitio de Aguada Fénix, elaborado a partir de datos LiDAR proporcionados por el NCALM y el INEGI.
Las líneas blancas indican los ejes norte-sur y este-oeste del sitio.
Las plataformas, calzadas, corredores, canales y la laguna están representados en diferentes colores.
La revelación de Aguada Fénix en 2020 constituyó un punto de inflexión para la arqueología mesoamericana. Este sitio, datado alrededor del año 1000 antes de nuestra era, representa la construcción monumental más vasta conocida en el mundo maya. Su plataforma principal se extiende por casi 1,5 kilómetros, superando en superficie a ciudades posteriores como Tikal. Durante cinco años, un equipo internacional realizó excavaciones y nuevos análisis LiDAR, afinando nuestra comprensión de este paisaje ritualizado. La ausencia de palacios o esculturas reales distingue fundamentalmente este lugar de los centros ceremoniales mayas más recientes, indicando una organización social diferente.
Una arquitectura cósmica
La disposición general del sitio reproduce un cosmograma, una representación simbólica del orden del Universo. Se organiza según dos ejes principales que forman una cruz, uno orientado norte/sur y otro este/oeste. Estos ejes están materializados por calzadas elevadas y corredores hundidos en el suelo, extendiéndose varios kilómetros. Habrían servido como caminos de procesión, guiando a los participantes hacia el corazón ceremonial. La alineación del eje este-oeste con la salida del sol en fechas específicas separadas por 130 días (17 de octubre y 24 de febrero), hace eco al ciclo del calendario ritual de 260 días, fundamental en Mesoamérica.
En el centro de este dispositivo, los arqueólogos descubrieron una fosa cruciforme que contenía un depósito de ofrendas de importancia capital. Encontraron pigmentos minerales cuidadosamente dispuestos según los puntos cardinales: azul de azurita al norte, verde de malaquita al este y amarillo de ocre al sur (también se encontró una concha roja en el lado oeste). Esta asociación física entre un color y una dirección cardinal, evocada en los textos históricos, nunca había sido observada arqueológicamente antes. Este hallazgo confirma que la simbología direccional, piedra angular de las cosmovisiones mesoamericanas, ya estaba plenamente elaborada en esta época remota.
A) Ubicación de las unidades de excavación.
B) Vista oeste-este de una ofrenda cruciforme.
C) Objetos de arcilla en forma de hacha descubiertos en el fondo de la gran fosa cruciforme (ofrenda NR10).
D) Pigmentos y conchas encontrados en el fondo de la pequeña fosa cruciforme (ofrenda NR11).
El depósito central también contenía objetos ceremoniales de jade y piedra verde, depositados en capas sucesivas. Entre estos figuraban figurillas finamente esculpidas que representaban un cocodrilo, un pájaro y una mujer dando a luz, todas dispuestas según el motivo cruciforme. Conchas, evocando el elemento acuático, completaban el conjunto. Estas ofrendas, enterradas bajo capas de arena y tierra, parecen materializar una ofrenda fundacional, sellando el carácter sagrado de este punto central. La datación por radiocarbono sitúa este ritual entre el 900 y el 845 antes de nuestra era.
Un proyecto colectivo
La escala de los trabajos emprendidos en Aguada Fénix es colosal. Solo la plataforma principal, con un volumen estimado de 3,6 millones de metros cúbicos, requirió aproximadamente 10,8 millones de días de trabajo. Un sistema de canales y reservorios, aunque quedó inacabado, representa 255.000 días de trabajo adicionales. Estas cifras implican la movilización de una mano de obra numerosa, probablemente más de 1.000 personas, reuniéndose periódicamente durante varios años. Esta coordinación testimonia una capacidad de organización social avanzada, capaz de planificar y ejecutar un proyecto de gran envergadura.
La ausencia de signos manifiestos de jerarquía social coercitiva es un aspecto fundamental del sitio. Las excavaciones no revelaron ni estatuas glorificando a soberanos, ni residencias palaciegas distintivas. Esta característica indica que la construcción pudo estar motivada por una adhesión colectiva a una visión del mundo compartida, más que por la autoridad de una élite dominante. Los rituales, los festines y los intercambios de bienes probablemente sirvieron como cemento social, federando a los participantes alrededor de un proyecto común. Este descubrimiento cuestiona el postulado según el cual las grandes realizaciones arquitectónicas necesitan obligatoriamente una sociedad fuertemente desigualitaria.
El sitio no era verosímilmente una ciudad ocupada permanentemente, sino un lugar de reunión estacional, utilizado principalmente durante la estación seca. Las viviendas descubiertas en las proximidades son modestas y uniformes. Los investigadores piensan que la comunidad se reunía a intervalos regulares para ceremonias y para participar en las obras de construcción. La materialización de un modelo cósmico en la Tierra ofrecía una razón profunda y unificadora para estas reuniones, reforzando la cohesión del grupo y legitimando la inversión colectiva en este paisaje sagrado.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Science Advances