Hace tres millones de años, una especie hoy desaparecida de pingüinos grandes poblaba las costas de Nueva Zelanda, un pariente lejano de los pingüinos emperador y real que conocemos actualmente. Este sorprendente descubrimiento nos revela un capítulo poco conocido de la historia evolutiva de estas aves marinas emblemáticas.
La clave de esta revelación reside en un cráneo fosilizado excepcionalmente bien conservado, descubierto en la costa de Taranaki. Esta pieza anatómica, descrita en un estudio publicado en
Journal of Paleontology, presenta dimensiones impresionantes: 31% más larga que la de un pingüino emperador moderno. El animal debía tener un pico particularmente robusto y alargado, evocando más los rasgos del pingüino real actual, pero con un tamaño muy superior.
Comparación del cráneo fósil del gran pingüino desaparecido (arriba) con los de un pingüino real (en medio) y un pingüino emperador (abajo), mostrando las diferencias morfológicas significativas
Crédito: CC BY-NC-ND
Esta época correspondía a un período de calentamiento climático global donde las temperaturas superaban en 3°C los niveles preindustriales. Nueva Zelanda albergaba entonces un ecosistema marino sorprendente, donde coexistían especies tropicales como los peces cofre y las focas monje con estos grandes pingüinos adaptados a aguas más frías. Estos últimos evolucionaban en aguas que alcanzaban los 20°C, una temperatura mucho más elevada que la soportada por sus descendientes actuales.
El misterio de su extinción se espesa cuando consideramos que el enfriamiento climático ocurrido hace 2,58 millones de años no afectó a las otras especies de pingüinos locales. Los investigadores exploran la hipótesis de depredadores aéreos gigantes como el águila de Haast y el aguilucho de Forbes, que habrían podido apuntar a las colonias expuestas de estos grandes pingüinos. A diferencia de las especies más pequeñas que anidaban discretamente en madrigueras, estos gigantes formaban probablemente colonias visibles a lo largo de las costas.
Este descubrimiento cuestiona nuestra comprensión de los límites ecológicos de los pingüinos y abre nuevas perspectivas sobre su capacidad de adaptación. Mientras el clima actual se calienta, el estudio de estos ecosistemas pasados nos ayuda a anticipar las transformaciones futuras de los hábitats marinos y la redistribución geográfica de las especies.
Los pingüinos modernos prosperan en climas fríos, lo que cuestiona sobre las causas de la desaparición de su ancestro neozelandés
Crédito: Richard McManus via Getty Images
Los períodos de calentamiento climático en la historia de la Tierra
Nuestro planeta ha experimentado varios episodios de calentamiento climático mucho antes de la era industrial. El Mioceno y el Plioceno, hace 23 a 2,6 millones de años, estuvieron marcados por temperaturas globales significativamente más elevadas que hoy. Estas condiciones permitieron la expansión de ecosistemas tropicales hacia latitudes más elevadas.
Estos períodos cálidos se debían principalmente a concentraciones más elevadas de gases de efecto invernadero en la atmósfera, combinadas con configuraciones continentales diferentes y corrientes oceánicas modificadas. Los casquetes polares estaban reducidos y el nivel del mar podía ser varios metros más alto que actualmente.
La comprensión de estos climas pasados nos viene del estudio de testigos de hielo, sedimentos marinos y fósiles. Estos archivos naturales revelan cómo los ecosistemas se reorganizaron frente a estos cambios, ofreciendo pistas valiosas para anticipar las transformaciones futuras.
Las especies mostraban entonces una gran plasticidad ecológica, ocupando nichos inusuales en comparación con su distribución actual. Esta flexibilidad podría ser determinante para la supervivencia de las especies frente al calentamiento climático contemporáneo.
La evolución y adaptación de los pingüinos
Los pingüinos tienen una historia evolutiva notable que se remonta a más de 60 millones de años. Sus ancestros eran aves voladoras que se adaptaron progresivamente a la vida marina, desarrollando alas transformadas en aletas eficientes y un plumaje impermeable.
A lo largo de su evolución, los pingüinos han experimentado una diversificación importante, con especies alcanzando tamaños impresionantes. El pingüino fósil más grande conocido, descubierto en la Antártida, medía cerca de 2 metros de alto, mucho más que las especies actuales más grandes.
Su adaptación al frío es el resultado de millones de años de evolución en medio polar y subpolar. Su plumaje denso, su capa de grasa aislante y su sistema circulatorio especializado les permiten resistir temperaturas extremas.
Este descubrimiento neozelandés revela que algunos pingüinos gigantes eran capaces de adaptarse a climas más templados, ampliando nuestra comprensión de su plasticidad ecológica y su capacidad para colonizar diversos ambientes marinos.
Fuente: Journal of Paleontology