La desaparición del hielo marino del Ártico no solo libera espacio: transforma la calidad de la luz bajo el agua. Este cambio silencioso amenaza ecosistemas enteros, según un estudio publicado en
Nature Communications.
Los investigadores revelan que el hielo actúa como un filtro óptico único, preservando un amplio espectro lumínico. Su derretimiento da paso a una luz predominantemente azul, inadecuada para muchos organismos fotosintéticos. Este cambio podría reconfigurar la base de las redes tróficas polares.
Un fenómeno físico con repercusiones biológicas
El hielo y el agua líquida no interactúan de la misma manera con la luz. La estructura cristalina del hielo limita las vibraciones moleculares, permitiendo que todas las longitudes de onda penetren en el océano. En cambio, el agua líquida absorbe preferentemente los tonos rojos y verdes, dejando pasar la luz azul (razón por la cual el océano nos parece azul).
Las algas glaciares se han adaptado a este espectro completo. Sus pigmentos aprovechan nichos espectrales variados, una estrategia que se vuelve ineficaz en un entorno azulado. Modelos ópticos confirman que esta transición perjudica a las especies especializadas.
El equipo internacional, liderado por la Universidad de Ámsterdam, destaca que esta competencia inédita podría favorecer al fitoplancton oceánico. Sin embargo, estos organismos suelen ser menos nutritivos para el zooplancton, eslabón clave de los ecosistemas polares.
Consecuencias en cascada
Las algas que crecen bajo el hielo producen floraciones tempranas, esenciales para la reproducción de ciertos crustáceos. Su declive alteraría esta sincronización, afectando a peces, aves marinas y mamíferos. Los investigadores advierten sobre un riesgo para las colonias de pingüinos que dependen de estos recursos.
La fotosíntesis marina también contribuye a capturar el CO₂ atmosférico. Cualquier alteración en su eficiencia afectaría el ciclo del carbono. Los autores abogan por integrar estos mecanismos en los modelos climáticos.
En la Antártida, observaciones ya confirman un empobrecimiento de las diatomeas, reemplazadas por especies más pequeñas. Esta tendencia, de intensificarse, amenazaría la resiliencia de los ecosistemas polares frente al calentamiento.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Nature Communications