Un beso podría ser mucho más que una simple señal de afecto. ¿Y si, en realidad, este gesto viniera de nuestros antepasados los grandes simios? Un equipo de la Universidad de Warwick propone una nueva hipótesis intrigante, bautizada "el beso final del peluquero". ¿Su idea? Que este gesto habría nacido de los comportamientos de acicalamiento observados en los grandes simios.
En muchas culturas, las reglas sociales han moldeado la forma de besar. En la Roma antigua, diferentes tipos de besos servían para distinguir las relaciones: un beso en la mejilla era un
osculum, un beso en los labios sin intención erótica, un
basium, mientras que el
savium designaba un beso amoroso. Hoy en día, estas distinciones persisten de manera sutil en ciertos contextos.
Algunos besos, como el beso bajo el muérdago o el beso de boda, están asociados con rituales y tradiciones bien establecidos. En todo el mundo, la forma de besar varía. En Europa, un beso en la mejilla para saludar es común, pero dependiendo del país, el número de besos varía. En Bélgica, uno solo es suficiente, mientras que en otros lugares se espera dar cuatro besos.
Entre los animales, los comportamientos similares a los besos humanos son raros. Sin embargo, nuestros parientes más cercanos, los chimpancés y los bonobos, se besan, lo que sugiere un vínculo evolutivo. Los investigadores de Warwick compararon estos comportamientos y observaron que el acicalamiento juega un papel crucial en la preservación de los vínculos sociales en los grandes simios, particularmente a través de gestos de succión de los labios para eliminar parásitos.
El estudio plantea que esta "aspiración de labios", observada en los grandes simios, podría ser un ancestro del beso humano. A medida que los humanos fueron perdiendo progresivamente su pelaje y ya no necesitaban el acicalamiento para su higiene, el aspecto social del beso persistía, transformando el gesto en un símbolo de cercanía y apego.
Los investigadores subrayan que este comportamiento de acicalamiento con una "aspiración final" presenta similitudes inquietantes con el beso humano. Paralelamente, algunos monos como los capuchinos demuestran su afecto metiendo los dedos en los ojos y la nariz de sus compañeros, lo que prueba que las señales de afecto varían de una especie a otra.
Estudios anteriores también demuestran que el beso romántico no es universal. Un estudio publicado en 2015 en
American Anthropologist revela que menos de la mitad de las 168 culturas estudiadas practican este tipo de beso. En las culturas indígenas de cazadores-recolectores, el beso es incluso visto como repugnante, lo que matiza la idea de que besar sea un comportamiento humano universal.
Para investigar más a fondo, los investigadores proponen estudiar de cerca los comportamientos de acicalamiento de los simios. Al observar las diferencias según el grosor de su pelaje, se podría comprender mejor la evolución de los comportamientos de acercamiento en nuestra propia especie, desde el gesto utilitario hasta el beso afectivo.
Fuente: Evolutionary Anthropology