Cuando caminas descalzo por una playa, tienes bajo tus pies miles de millones de granos diminutos. Suaves, cálidos, a veces pegajosos, estos granos de arena parecen insignificantes, pero tienen una historia que se extiende a lo largo de miles, incluso millones de años. Entonces, ¿de dónde viene toda esta arena?
La arena se forma a partir de la desintegración de las rocas. El conocido proceso de la erosión. Las montañas, los acantilados o los suelos rocosos son desgastados lentamente por la lluvia, el viento, el hielo o incluso las raíces de las plantas. El agua de los ríos transporta luego estos pequeños fragmentos hacia los valles y finalmente hasta el mar. En el camino, los trozos de roca se rompen aún más, volviéndose cada vez más pequeños, hasta convertirse en arena.
Pero la arena de las playas no proviene únicamente de las montañas o los ríos. También puede venir directamente del mar. Las conchas rotas, los corales e incluso los microorganismos marinos también producen arena. En las zonas tropicales, por ejemplo, gran parte de la arena es de origen biológico: está compuesta de fragmentos de coral o conchas, a veces incluso producidos por peces como el pez loro, que tritura los corales al alimentarse.
La composición de la arena depende, por tanto, del lugar. Algunas playas tienen arena blanca, rica en caliza, de origen biológico. Otras son más oscuras, incluso negras, porque provienen de rocas volcánicas. En cualquier caso, la arena es el resultado de un largo proceso.
Una vez que llega a la costa, la arena es depositada por las olas, moldeada por las mareas y empujada por el viento. También puede volver al mar, desplazada por las corrientes. Es un material que está en constante movimiento, nunca realmente inmóvil.
Así, cuando juegas en la arena o te tumbas en una playa, estás en contacto con un elemento que cuenta la historia de nuestro planeta. Un diminuto grano de arena es un fragmento de roca, concha o coral, que ha tardado siglos en llegar allí, justo bajo tus pies.