El misterio de la formación del cráter Silverpit, enterrado bajo el Mar del Norte, acaba de ser resuelto después de décadas de controversias científicas.
Gracias a nuevas técnicas de imagen sísmica y al análisis minucioso de muestras de roca, un equipo internacional dirigido por el Dr. Uisdean Nicholson de la Universidad Heriot-Watt ha podido establecer definitivamente el origen extraterrestre de esta estructura geológica. Los investigadores descubrieron cristales de cuarzo y feldespato que presentan deformaciones características que solo pueden formarse bajo el efecto de presiones extremas, similares a las generadas por el impacto de un asteroide. Estos minerales "chocados" constituyen la prueba irrefutable de que el cráter resulta de una colisión cósmica ocurrida hace aproximadamente 45 millones de años.
La reconstrucción de los eventos revela un escenario catastrófico: un asteroide de aproximadamente 160 metros de diámetro golpeó el Mar del Norte con un ángulo bajo, provocando casi instantáneamente la formación de una cortina de agua y rocas que se elevó a 1,5 kilómetros de altura. El colapso de esta columna monumental generó un tsunami que superó los 100 metros de altura, inundando las costas circundantes. Este descubrimiento permite comprender mejor las consecuencias de los impactos oceánicos, mucho menos documentados que los impactos terrestres porque son difíciles de detectar bajo los sedimentos marinos.
La preservación excepcional del cráter Silverpit lo convierte en un caso de estudio valioso para los planetólogos. Mientras que la tectónica de placas y la erosión borran la mayoría de las huellas de impactos en la Tierra, este cráter submarino ha permanecido protegido bajo 700 metros de sedimentos. Solo se han identificado alrededor de treinta cráteres de impacto bajo los océanos, frente a unos 200 en los continentes. Esta rareza hace que cada nuevo descubrimiento sea fundamental para reconstruir la historia de los bombardeos cósmicos que han dado forma a nuestro planeta.
Las implicaciones de este descubrimiento van más allá de la simple resolución de un enigma geológico. Al comprender mejor los mecanismos de los impactos oceánicos, los científicos pueden mejorar sus modelos predictivos sobre los riesgos actuales planteados por los asteroides. El cráter Silverpit se une ahora al famoso cráter de Chicxulub en México, asociado con la extinción de los dinosaurios, en el catálogo de impactos mayores que han marcado la historia de la Tierra.
Los minerales chocados: los testigos de los impactos cósmicos
Los minerales chocados se forman cuando las rocas son sometidas a presiones extremadamente elevadas, que a menudo superan los 10 gigapascales, durante eventos violentos como los impactos de asteroides. Estas presiones modifican la estructura cristalina de minerales como el cuarzo, creando patrones microscópicos específicos llamados "planos de deformación".
La detección de estos minerales requiere el uso de microscopios electrónicos de barrido capaces de revelar estas alteraciones a escala nanométrica. Los geólogos buscan especialmente formas de cuarzo que presentan estrías paralelas o fracturas características que no pueden ser producidas por procesos geológicos normales como el vulcanismo o la tectónica.
Estos minerales chocados sirven como verdaderas "huellas dactilares" de los impactos cósmicos y permiten datar los eventos con precisión. Su estudio también ayuda a estimar la energía liberada durante la colisión, lo que informa sobre el tamaño y la velocidad del objeto impactador.
Más allá de la Tierra, la búsqueda de minerales chocados en otros cuerpos celestes como la Luna o Marte permite reconstruir la historia del bombardeo meteorítico en el Sistema Solar y comprender la evolución de las superficies planetarias.
Los tsunamis de impacto: olas monstruosas de origen cósmico
A diferencia de los tsunamis clásicos generados por terremotos submarinos, los tsunamis de impacto resultan de la caída de objetos celestes en los océanos. Su formación sigue un proceso único: la energía cinética del asteroide se transfiere instantáneamente a la columna de agua, creando una cavidad temporal que luego colapsa violentamente.
La altura de las olas depende de múltiples factores, incluidos el tamaño del objeto, su velocidad de impacto, la profundidad del océano y el ángulo de colisión. Los modelos numéricos muestran que asteroides de solo 200 metros pueden generar tsunamis que superan los 100 metros de altura cerca del punto de impacto.
Estos mega-tsunamis se propagan miles de kilómetros, con olas que conservan una energía destructiva considerable incluso a gran distancia. Su huella geológica se encuentra en los depósitos sedimentarios costeros, donde los investigadores identifican capas caóticas de arenas y guijarros transportados lejos hacia el interior.
Fuente: Nature Communications