En las montañas de Atapuerca, en España, se han descubierto fragmentos de cráneo de 1,4 millones de años de antigüedad. Estos huesos, apodados Pink (en referencia al álbum de Pink Floyd "The Dark Side of the Moon"), podrían pertenecer a una especie humana aún poco conocida, o incluso desconocida, ampliando los límites de nuestra comprensión de la evolución en Europa occidental.
Comparación del borde cigomaxilar y el tubérculo cigomaxilar.
Este descubrimiento, publicado en
Nature, abre una nueva página en la historia de los homínidos. Pink, cuyo rostro parcialmente reconstruido muestra rasgos primitivos, podría ser un ancestro directo de las poblaciones humanas que habitaron Europa mucho antes de la llegada del Homo antecessor, una especie ya identificada en este mismo sitio.
Un sitio arqueológico con tesoros insospechados
Las montañas de Atapuerca, en España, son un verdadero santuario para los paleoantropólogos. Durante décadas, este sitio ha proporcionado fósiles y herramientas que trazan la historia de los primeros humanos en Europa. La cueva de Sima del Elefante, en particular, ha revelado huesos que datan de más de un millón de años.
En 2022, un equipo internacional descubrió fragmentos de maxilar y mejilla pertenecientes a un individuo adulto. Estos huesos, datados entre 1,1 y 1,4 millones de años, son los restos humanos más antiguos descubiertos en Europa occidental. Su análisis ha permitido reconstruir parcialmente el rostro de Pink, revelando características inesperadas.
Las herramientas de piedra y los huesos de animales encontrados en el lugar sugieren que estos homínidos dominaban técnicas de caza y despiece. Estas pistas atestiguan una adaptación exitosa a un entorno rico en recursos naturales.
Un rostro que cuestiona nuestros orígenes
El rostro de Pink, con sus rasgos robustos y prominentes, difiere del del Homo antecessor, una especie más reciente encontrada cerca. Esta morfología recuerda más bien a la del Homo erectus, un ancestro humano que abandonó África hace aproximadamente 1,8 millones de años.
Vista frontal de la reconstrucción virtual de la parte media del rostro del homínido.
Sin embargo, Pink no coincide exactamente con los fósiles de Homo erectus conocidos. Por ello, los investigadores lo han clasificado como Homo affinis erectus, una designación que subraya sus similitudes mientras deja la puerta abierta a futuros descubrimientos. Esta cautela refleja las numerosas preguntas que aún persisten sobre la identidad y la evolución de estos primeros europeos.
Las condiciones climáticas extremas hace 1,1 millones de años podrían explicar la desaparición de esta población. Una hipótesis reforzada por la escasez de fósiles de este período en Europa occidental.
Para profundizar: ¿Cómo se datan fósiles tan antiguos?
La datación de fósiles se basa en varios métodos científicos, adaptados a la edad y al contexto de los descubrimientos. Para fósiles tan antiguos como los de Pink, los investigadores utilizan principalmente técnicas de datación relativa y absoluta. La datación relativa consiste en analizar las capas sedimentarias en las que están enterrados los fósiles. Al estudiar la estratigrafía, los científicos pueden determinar el orden cronológico de los eventos geológicos.
La datación absoluta, por su parte, permite obtener una edad precisa en años. Entre los métodos más comunes se encuentran la datación por isótopos radiactivos, como el potasio-argón o el argón-argón, que miden la desintegración de elementos en las rocas volcánicas que rodean los fósiles. Para Pink, los investigadores también utilizaron la biostratigrafía, un método que se basa en el estudio de los fósiles de animales asociados para estimar la edad de las capas sedimentarias.
Finalmente, técnicas modernas como la luminiscencia ópticamente estimulada (OSL) permiten datar los sedimentos midiendo la energía acumulada en los minerales a lo largo del tiempo. Estos métodos, combinados con el análisis de las herramientas y los huesos de animales encontrados en el lugar, ofrecen una visión precisa del entorno y la cronología relacionados con estos descubrimientos.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Nature