El origen de la cocción, ese gesto tan cotidiano hoy en día, podría ser la clave de nuestra evolución como especie. Al permitir que nuestros antepasados consumieran calorías de manera más eficiente, habría contribuido al desarrollo de nuestro cerebro. Pero, ¿cuándo comenzó realmente este ritual? Las respuestas, aunque imprecisas, se encuentran en la intersección de la arqueología y la biología.
Los arqueólogos han descubierto granos de almidón cocidos en dientes de hace 50,000 años. Esto sugiere una práctica culinaria ya antigua en esa época. Sin embargo, para periodos más antiguos, las pruebas se vuelven inciertas. Los primeros indicios de fuegos controlados, que podrían haber servido para cocinar alimentos, se remontan a aproximadamente un millón de años. Por ejemplo, en la cueva de Wonderwerk en Sudáfrica, la presencia de cenizas tan profundamente enterradas sugiere que este fuego no podría ser de origen natural.
No obstante, algunos sitios muestran rastros aún más precisos de cocción, como en Gesher Benot Ya'aqov, en Israel, donde restos de peces calentados y círculos de piedras sugieren un dominio del fuego hace 780,000 años. Estos descubrimientos cuestionan la idea de que la cocción es una invención reciente en nuestra historia evolutiva.
En el plano biológico, la evolución del cuerpo humano ofrece también algunas pistas. Los seres humanos están biológicamente adaptados al consumo de alimentos cocidos, como lo demuestra el tamaño reducido de nuestro sistema digestivo en comparación con el de los primates. Esta adaptación habría comenzado con
Homo erectus, hace aproximadamente 1,9 millones de años, un periodo que coincide con la reducción del tamaño de las mandíbulas y los dientes, sugiriendo una alimentación más fácil de masticar.
Sin embargo, sin pruebas arqueológicas claras del uso del fuego por parte de
Homo erectus, esta teoría sigue siendo debatida. Los investigadores continúan explorando este enigma, y es probable que el misterio persista aún por mucho tiempo.
Fuente: PNAS