Por Emily C. Merz & Melissa Hansen - Colorado State University
Como neurocientíficas, nos apasionan las cuestiones relacionadas con la reducción de las
desigualdades socioeconómicas que pueden influir en el desarrollo de los niños. Con este fin, nuestro objetivo es comprender mejor cómo tales desigualdades afectan la calidad del sueño y el desarrollo del cerebro en los más pequeños.
Para llevar a cabo nuestro estudio más reciente, reclutamos a 94 niños de entre 5 y 9 años que vivían en Nueva York, en familias de diferentes estatus socioeconómicos. Entre los hogares participantes, aproximadamente el 30 % tenía ingresos por debajo del umbral de pobreza en Estados Unidos.
Imagen de ilustración Pixabay
Los resultados que obtuvimos indican que la falta de sueño y las horas tardías de acostarse están asociadas con
modificaciones funcionales en el cerebro. Estos cambios, potencialmente dañinos, se localizan en regiones importantes para manejar el estrés y controlar las emociones negativas.
Además, nuestro estudio revela que los niños de familias con menos recursos económicos están particularmente en riesgo de ser afectados por estas modificaciones cerebrales.
El sueño impacta la amígdala
Para medir el impacto de la falta de sueño y los horarios de sueño en el cerebro de los niños, pedimos a sus padres que describieran el lugar donde dormían, así como las diversas rutinas familiares y su regularidad. También les pedimos que registraran las horas a las que sus hijos se acostaban y despertaban.
Además, realizamos resonancias magnéticas a los niños para determinar el tamaño de una región particular del cerebro
llamada la amígdala, así como la fortaleza de sus conexiones con otras regiones cerebrales (
no confundir con las amígdalas, dos masas glandulares ubicadas a ambos lados de la garganta e involucradas en atrapar bacterias o virus que entran por la nariz y la boca, nota del editor).
Se debe saber que la amígdala juega un
papel crucial en el procesamiento de las emociones y en la cantidad de emociones negativas que siente una persona. Se sabe que
enfrentar situaciones adversas a temprana edad puede afectar el funcionamiento de esta estructura cerebral.
Descubrimos que los niños de familias con menos recursos económicos dormían menos por la noche y se acostaban más tarde que los niños de familias con más recursos económicos. Este menor tiempo de sueño y las horas de acostarse más tardías estaban asociados con una
reducción en el tamaño de la amígdala y con
conexiones más débiles entre la amígdala y otras regiones del cerebro implicadas en el procesamiento de emociones.
Esta relación entre desventaja socioeconómica, duración y horarios del sueño, y tamaño y conectividad de la amígdala fue observada en niños tan jóvenes como de 5 años. Nuestros resultados sugieren que la duración y el horario del sueño son importantes para el funcionamiento de las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de emociones.
¿Por qué es importante este resultado?
Durante la infancia, el
cerebro se desarrolla rápidamente. Las experiencias que se viven en esta etapa de la vida pueden tener efectos a largo plazo en el funcionamiento cerebral, que perduran a lo largo de toda la vida.
La falta de sueño aumenta el riesgo de
desarrollar problemas de salud mental y
interfiere con el éxito escolar. Además, la reducción en la duración del sueño puede dificultar la gestión del estrés y de las emociones.
¿Por qué los niños desfavorecidos socioeconómicamente duermen peor?
Como hemos visto, los niños de familias o vecindarios con menos recursos socioeconómicos pueden estar en mayor riesgo de problemas de salud mental relacionados con el estrés, en parte debido a los efectos negativos de su entorno en la calidad de su sueño. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Los datos que hemos recolectado sugieren que los padres que tienen dificultades para llegar a fin de mes tienen más problemas para mantener las rutinas familiares, lo que podría tener un impacto negativo en la
regularidad de las rutinas de acostarse, resultando en un sueño menos reparador para los niños.
Sin embargo, es probable que existan
múltiples factores que expliquen los vínculos entre un menor nivel socioeconómico y una mala calidad del sueño. Las dificultades financieras, por ejemplo, pueden impedir la adquisición de una cama confortable, obligar a dormir en habitaciones abarrotadas, demasiado calurosas o con demasiada luz, o forzar a vivir en un vecindario ruidoso, entre otros factores.
Nuestros resultados abogan por la implementación de políticas que garanticen que todas las familias dispongan de los recursos económicos suficientes para satisfacer las necesidades de sus hijos. Otros estudios han mostrado que proporcionar
complementos de ingresos a las familias necesitadas puede mejorar no solo las funciones cerebrales de los niños, sino también
su salud mental y su rendimiento escolar.
Finalmente, subrayemos que hasta ahora, la mayoría de las investigaciones sobre el sueño se han centrado en los adolescentes, quienes
son particularmente propensos a dormir mal. Sin embargo, nuestros estudios sugieren que los efectos de nuestro entorno sobre nuestros hábitos de sueño se sienten mucho antes, desde la infancia. Por lo tanto, las intervenciones destinadas a mejorar la calidad del sueño deberían implementarse lo antes posible para ser más efectivas.
Fuente: The Conversation bajo licencia Creative Commons