Una capacidad asombrosa distingue a ciertos individuos, permitiéndoles identificar un rostro visto años atrás en una multitud anónima. Estas personas, dotadas de una percepción extraordinaria, no poseen una memoria sobrehumana, sino más bien una manera única de captar la información. Su secreto residiría en una estrategia visual innata, una optimización natural de la mirada que captura la esencia misma de la identidad facial.
La investigación científica levanta gradualmente el velo sobre los mecanismos cognitivos que subyacen a este talento excepcional. Un estudio reciente, realizado por científicos de la Universidad de Nueva Gales del Sur, aporta una iluminación decisiva combinando una tecnología de seguimiento ocular y la inteligencia artificial.
El objetivo era comprender no lo que el cerebro de estos superfisionomistas retiene, sino cómo sus ojos seleccionan, desde el primer contacto, los datos más pertinentes. Este enfoque revela que la superioridad de los superfisionomistas comienza mucho antes del procesamiento cerebral, en la etapa misma de la recolección de la información visual.
La demostración por la inteligencia artificial
El equipo de investigación reclutó a 37 superfisionomistas y 68 personas con capacidades ordinarias. Cada participante observó fotografías de rostros mientras un dispositivo registraba la trayectoria y la duración de sus fijaciones oculares. Este método permitió reconstituir con precisión las zonas faciales efectivamente escrutadas por cada grupo. Los científicos pudieron así aislar la información visual pura capturada por los ojos de los participantes, independientemente de su interpretación por el cerebro.
Para evaluar el valor objetivo de estos datos, los investigadores los introdujeron en nueve redes neuronales artificiales especializadas en el reconocimiento facial. Estos sistemas de inteligencia artificial, previamente entrenados sobre inmensas bases de datos, fueron luego sometidos a un ejercicio de identificación. Su tarea consistía en determinar si dos fotografías representaban a la misma persona, basándose únicamente en las secuencias visuales generadas a partir de las miradas de los participantes humanos.
Los resultados, publicados en los
Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, fueron inequívocos. Las redes neuronales alimentadas por los datos oculares de los superfisionomistas superaron sistemáticamente a aquellas que utilizaban los datos del grupo estándar. El rendimiento de la inteligencia artificial reflejaba directamente la calidad de la mirada humana de la que heredaba. Este experimento validó la hipótesis según la cual la secuencia visual de los superfisionomistas es intrínsecamente más rica en indicios identitarios.
Los superfisionomistas explotan valores de cálculo más elevados en materia de información retiniana durante una tarea de aprendizaje facial. Se presentan ejemplos de imágenes compuestas para cada tamaño de proyección y cada tipo de muestreo de información en el panel superior. El panel inferior ilustra la precisión de la correspondencia de identidad (puntuaciones AUC) para nueve redes neuronales profundas (DNN). Para seis tamaños de proyección, la precisión de la correspondencia fue superior con la información muestreada por los superfisionomistas en comparación con la muestreada por usuarios comunes o generada aleatoriamente.
La ventaja de los superfisionomistas se mantuvo incluso cuando la cantidad total de información visual fue artificialmente igualada entre los dos grupos. Este descubrimiento indica que su talento no proviene de una exploración más exhaustiva del rostro, sino de un muestreo más juicioso. Cada fijación de su mirada parece apuntar a puntos que ofrecen un rendimiento informacional superior para la distinción entre individuos.
Una optimización visual natural
Contrariamente a una idea preconcebida, los superfisionomistas no se concentran necesariamente en un rasgo único y universal, como los ojos. Sus patrones de mirada son en realidad más dinámicos y adaptativos. Recorren el rostro de manera más extensiva, pareciendo evaluar en tiempo real las características más salientes y distintivas para cada individuo. Esta flexibilidad les permite extraer la "firma" única de cada persona.
Esta habilidad parece profundamente arraigada y ampliamente independiente del aprendizaje. Los estudios sugieren una fuerte componente genética y hereditaria en esta capacidad. No se trata de un truco mnemotécnico que se podría asimilar, sino de un proceso automático e inconsciente. Su sistema visual está naturalmente calibrado para maximizar la adquisición de los datos más útiles, sin esfuerzo deliberado.
Su manera de ver evoca el principio de la caricatura. Un caricaturista exagera los rasgos más específicos de un rostro, lo que lo hace paradójicamente más reconocible. Los superfisionomistas realizan una operación similar a nivel de su percepción visual. Naturalmente conceden un peso más importante a los elementos más distintivos, construyendo así una representación mental donde la identidad se exacerba. Esta optimización de la percepción inicial sienta las bases de un reconocimiento posterior mucho más fiable.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences