Por Patrick Benusiglio - Maestro de Conferencias de Universidades y Facultativo Hospitalario en AP-HP.Sorbonne Université, especialista en predisposiciones genéticas al cáncer, Sorbonne Université
Nuevas investigaciones científicas revelan que el patrimonio genético confiere una protección más o menos significativa contra el cáncer de pulmón inducido por el humo del cigarro. La causa: la existencia de variaciones que modulan la eficacia del sistema inmunológico.
El tabaco es el principal factor de riesgo del cáncer de pulmón:
se estima que entre el 80 y el 90 % de los cánceres pulmonares están directamente relacionados con su consumo. Sin embargo, no todos los fumadores desarrollarán necesariamente esta enfermedad.
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Si algunos se ven librados simplemente por azar, otros lo son por razones genéticas. En efecto, algunas características de su patrimonio genético reducen su riesgo de desarrollar la enfermedad. Un grupo de genes relacionados con el sistema inmunológico está involucrado. Explicaciones.
¿Cómo actúa el sistema inmunológico contra el cáncer?
El sistema inmunológico es mayormente conocido por su papel en la defensa contra infecciones. Sin embargo, su función anticancerígena es igualmente importante. En los pulmones, como en otros órganos, las células que se vuelven cancerosas
no siempre terminan provocando un cáncer que amenace la vida del organismo: al ser reconocidas por el sistema inmunológico, estas suelen ser eliminadas antes de convertirse en un problema.
¿Cómo distingue el sistema inmunológico estas células de las células sanas del cuerpo, a las que no ataca? Es importante entender que la acumulación de mutaciones que transforma una célula sana en una célula cancerosa eventualmente la modifica. Su superficie, en particular, muestra moléculas que la diferencian, a los ojos de los agentes del sistema inmunológico, de las células sanas. Estas moléculas, reconocidas como extrañas, se llaman antígenos.
Cuando se detectan antígenos en la superficie de una célula, algunas células inmunológicas especializadas se encargan de destruirla. Al hacerlo, recuperan los antígenos y se los presentan a otras células inmunológicas, los linfocitos T, que refuerzan la respuesta antitumoral.
Los antígenos no son presentados desnudos a los linfocitos T: están unidos a lo que se llama las proteínas del complejo mayor de histocompatibilidad. Es a través de estas últimas que se manifiesta la influencia del patrimonio genético en la inmunidad anticancerígena, como lo demostró recientemente un
estudio publicado en la prestigiosa revista Science.
El papel del patrimonio genético en la respuesta inmunitaria
En el transcurso de esta investigación, los científicos exploraron dos biobancos, uno en el Reino Unido y otro en Finlandia. Estas bases de datos contienen información sobre los hábitos, el historial médico y el patrimonio genético de cientos de miles de voluntarios.
Su objetivo era comparar los perfiles de los participantes que habían tenido cáncer de pulmón con aquellos que no lo habían desarrollado. En particular, centraron su atención en las secuencias de los genes que codifican las proteínas del complejo mayor de histocompatibilidad, asociadas a la presentación de antígenos a los linfocitos T.
Antes de entrar en detalles, tal vez no sea innecesario recordar algunos conceptos de genética. La información necesaria para la producción de las proteínas que nos constituyen está contenida en los genes. Cada gen está definido por una "secuencia" que le es propia (este término se refiere a la organización de los "bloques" químicos que componen el gen).
La lectura de la secuencia de un gen permite a nuestras células fabricar la proteína correspondiente, de una manera similar a como un plano es utilizado para ensamblar una maqueta.
Se considera que para un determinado gen existe una secuencia "estándar", que corresponde a aquella presente en la mayoría de los individuos. Sin embargo, en algunas personas, se observan variaciones en estas secuencias en ocasiones.
Las proteínas fabricadas a partir de estos genes ligeramente diferentes de la norma pueden mostrar variaciones en comparación con aquellas que se producen a partir de la secuencia estándar. Esto explica en parte la diversidad que observamos en los seres vivos.
Además, todos poseemos nuestros genes en doble copia, una recibida de nuestro padre y la otra de nuestra madre. La mayoría de las personas tiene la misma secuencia dos veces (generalmente la estándar): se dice que son homocigotas. Otros son heterocigotas, con una variación en una de las dos copias.
Al estudiar los biobancos británico y finlandés, los investigadores descubrieron que los participantes del segundo grupo, que no habían tenido cáncer de pulmón, tenían más probabilidades de ser heterocigotas para ciertas secuencias del grupo de genes
HLA-II en comparación con aquellos del primer grupo, que habían desarrollado cáncer de pulmón.
Luego demostraron que este exceso de individuos heterocigotas estaba limitado a los participantes fumadores, tanto activos como antiguos: no se observó en personas que nunca habían fumado. Esta observación indica que el efecto protector de las variaciones genéticas es particular a los fumadores.
¿Cómo se explican estos resultados?
La presencia de dos copias distintas de los genes
HLA-II conduce a una mayor diversidad de proteínas del complejo mayor de histocompatibilidad en la superficie de las células que presentan los antígenos. Esta diversidad se acompaña de una mayor capacidad para presentar antígenos cancerosos a los linfocitos T, lo que en consecuencia genera una mejor respuesta inmunitaria.
Para explicar por qué el efecto protector solo se observa en los fumadores, se supone que únicamente se estimula la inmunidad contra los tipos de cáncer causados por el tabaco.
Los primeros elementos destinados a cuantificar el impacto de estas variaciones sugieren que un individuo heterocigoto en un lugar específico (llamado
locus, en plural
loci) de un determinado gen del complejo
HLA-II tiene un riesgo de cáncer de pulmón reducido en aproximadamente un 30 % en comparación con una persona homocigota. Se podría imaginar que la heterocigosidad en varios loci estaría asociada a una reducción aún mayor del riesgo.
No obstante, es importante recordar que, independientemente de la genética, la ausencia de exposición al tabaco sigue siendo la mejor protección contra el cáncer de pulmón.
Una explicación al éxito de la inmunoterapia
Los vínculos entre el patrimonio genético y el cáncer de pulmón son conocidos desde hace varios años. Sabemos, por ejemplo, que variaciones en genes que aseguran la integridad del ADN
pueden causar la enfermedad en jóvenes no fumadores. Los genes implicados en el cáncer de los fumadores parecen ser, por lo tanto, diferentes de los involucrados en aquellos cánceres que ocurren en personas que nunca han fumado.
Sin embargo, estos estudios son los primeros en demostrar de manera convincente el vínculo entre patrimonio genético, tabaquismo, respuesta inmunitaria y cáncer de pulmón.
Esta relación entre inmunidad y cáncer de pulmón explica el éxito de las inmunoterapias. Estos tratamientos, que
consisten en mejorar la respuesta inmunológica del paciente levantando los mecanismos de bloqueo activados por el organismo, han sido incorporados en los últimos años
al arsenal terapéutico usado en oncología torácica, debido a su a veces espectacular eficacia.
En los próximos años, es probable que asistamos a una explosión del conocimiento en este campo, lo que sin duda tendrá implicaciones en la práctica médica. Los equipos de neumología y oncología torácica ya están trabajando en el desarrollo de programas de detección del cáncer de pulmón adaptados al riesgo individual. No cabe duda de que la integración progresiva de los datos genéticos permitirá estimaciones cada vez más precisas.
Gracias al Profesor Jacques Cadranel por su revisión y comentarios.
Fuente: The Conversation bajo licencia Creative Commons