A diferencia de los agentes infecciosos, las células cancerosas provienen del propio paciente y por lo tanto pueden escapar a la vigilancia inmunitaria. El principal desafío de la inmunoterapia es hacerlas detectables por las defensas naturales del organismo.
Algunos tratamientos utilizan medicamentos capaces de estimular el sistema inmunitario para reforzar su capacidad de luchar contra las células cancerosas/tumorales: es lo que se llama inmunoterapia. Este enfoque busca ya sea amplificar la reacción inmunitaria, ya sea ayudar al organismo a detectar mejor y luego eliminar las células cancerosas.
Los tratamientos con inmunoterapias son eficaces en pacientes receptivos, pero entre el 50 y el 80 % de los enfermos no responden a ellos y la activación generalizada del sistema inmunitario puede inducir efectos secundarios importantes. Encontrar otras soluciones para activar nuestras defensas naturales es por tanto un gran desafío de la investigación en oncología.
En un nuevo estudio, un equipo dirigido por Fabrice Lejeune, director de investigación del Inserm en el laboratorio Heterogeneidad, plasticidad y resistencia a las terapias de los cánceres (Inserm/CNRS/Universidad de Lille/CHU Lille/Instituto Pasteur de Lille) ha identificado una manera original de lograrlo.
Durante la división celular, pueden producirse mutaciones en las células. Las células cancerosas, debido a su división rápida, acumulan muchas más mutaciones que las células sanas. En teoría, estas mutaciones deberían dar lugar a proteínas defectuosas cuya presencia tendría la capacidad de estimular fuertemente el sistema inmunitario, incitándolo a destruir las células portadoras de estas proteínas. Sin embargo, ya sea que la célula sea cancerosa o no, un mecanismo de control de calidad impide que se sinteticen proteínas defectuosas a partir de las mutaciones.
Este mecanismo, destinado a ser protector, es paradójicamente problemático en el caso del cáncer: permite a las células cancerosas continuar su proliferación pasando desapercibidas para el sistema inmunitario.
Detección de macrófagos (en rojo e indicados por las flechas negras) en tumores de ratones no tratados con DAP (a la izquierda) y de ratones tratados con DAP (a la derecha).
© Carmen Sandoval Pacheco y Fabrice Lejeune/Inserm 
Los investigadores han demostrado que es posible sortear este obstáculo gracias a una molécula llamada 2,6-diaminopurina (DAP) en un modelo de cáncer de ratón. Ya conocida por su capacidad para 
reactivar la producción de proteínas en presencia de un tipo específico de mutaciones, la DAP ha permitido aquí la fabricación de proteínas mutantes específicas de las células cancerosas.
Estas proteínas presentan una "firma" particular que no existe en las células normales y que las hace detectables por el sistema inmunitario.
Presentada al sistema inmunitario, esta firma desencadena una respuesta inmunitaria dirigida: las células cancerosas se vuelven visibles y pueden ser destruidas. En el ratón, este tratamiento experimental ha permitido ralentizar el crecimiento tumoral y atraer células inmunitarias al corazón del tumor.
"Estos resultados constituyen una etapa importante hacia nuevas estrategias de inmunoterapia anticáncer. Serán necesarios trabajos complementarios para evaluar la eficacia y la seguridad de este enfoque en el ser humano", explica Fabrice Lejeune, último autor del estudio.
Fuente: Inserm