¿Una lluvia de estrellas fugaces generada por el hombre podría iluminar nuestros cielos? Un impacto controlado entre una sonda de la NASA y un asteroide ha provocado recientemente la emisión de millones de fragmentos espaciales.
Estos fragmentos se dirigen hacia la Tierra y Marte, ofreciendo potencialmente un espectáculo luminoso inédito, pero sin peligro.
En septiembre de 2022, la NASA llevó a cabo un experimento sin precedentes para evaluar nuestra capacidad para desviar un asteroide amenazante. La sonda DART impactó a gran velocidad contra Dimorphos, un satélite del asteroide Didymos, situado a unos 11 millones de kilómetros de la Tierra.
El objetivo era modificar la trayectoria de Dimorphos. Y fue un éxito: la trayectoria del asteroide fue desviada. Pero este impacto generó más de tres millones de fragmentos de tamaños variados, según un estudio publicado en
The Planetary Science Journal.
Las simulaciones realizadas por investigadores españoles e italianos prevén que algunos de estos escombros alcanzarán la Tierra y Marte en las próximas décadas. Los fragmentos más pequeños, que miden hasta 10 centímetros, entrarán en la atmósfera a velocidades que pueden alcanzar los 1.000 metros por segundo.
A pesar de estas velocidades impresionantes, los científicos estiman que estos escombros no representan ninguna amenaza. Eloy Peña-Asensio, investigador principal, explica que su pequeño tamaño y su gran velocidad provocarán su desintegración en la atmósfera, creando una estela luminosa espectacular.
Esta primera "lluvia de meteoritos artificial", apodada los "Dimórfidos", podría ser observable desde el hemisferio sur hacia 2055, principalmente en mayo. Los aficionados a la astronomía podrían entonces asistir a un espectáculo inédito.
Por el momento, los científicos se preparan para estudiar con más detalle las consecuencias de este impacto. En octubre de 2026, la misión Hera de la Agencia Espacial Europea se unirá a Dimorphos para analizar la distribución de los fragmentos y afinar nuestra estrategia de defensa planetaria.
Autor del artículo: Cédric DEPOND
Fuente: The Planetary Science Journal